La enseñanza de la rana
Olivier Clerc nos ofrece una lección de vida que nos ayuda a entender el complejo mundo que nos rodea. Imaginemos una cazuela llena de agua, en cuyo interior nada tranquilamente una rana. Se está calentando la cazuela a fuego lento. Al cabo de un rato el agua está tibia. A la rana, esto le parece bastante agradable, y sigue nadando. La temperatura empieza a subir. Ahora el agua está caliente; para gusto de la rana estaría mejor sin tanta temperatura, pero la rana lo soporta bien. Sin embargo el calor del agua le empieza a producir algo de fatiga. Ahora el agua está caliente de verdad y a la rana empieza a parecerle desagradable. Lo peor de todo es que empieza a encontrarse sin fuerzas, se ve obligada a aguantar y a tratar de adaptarse a la situación. Mientras tanto, la temperatura del agua sigue subiendo poco a poco, nunca de una manera acelerada. Y llega un momento en el que la rana acaba hervida y muere. No tiene fuerzas para salir de la cazuela.
Es evidente que si la rama hubiera sido sumergida de golpe en una cazuela con el agua a 50 grados, de una sola zancada ella habría salido, saltando fuera del recipiente.
Esta historia nos está di yendo que un deterioro, si es muy lento, pasa inadvertido y la mayoría de las veces no suscita reacción, ni oposición, ni rebeldía por nuestra parte. ¿No es precisamente lo que hoy se observa en muchos ámbitos?
¿Está el mundo dividido?. Unos apuntan al fin de la Historia (Fukuyama); otros a un choque de civilizaciones (George Steiner) y que como consecuencia estamos abocados a guerras fruto del fanatismo y de la intolerancia. Se ha aportado algo de sensibilidad artística (se valora más lo bello) ; ¿es así? Se habla mucho de derechos humanos; del medio ambiente, del cambio climático, de la conservación de la naturaleza. Pero se han olvidado valores como la familia, la convivencia social, la honradez en los negocios y en el mundo de la política. Algunos acusan a las religiones de muchos de los males que nos rodean. Y se preguntan ¿acaso Dios no nos divide y enfrenta? No. Dios no divide; Dios une. Los que dividimos y matamos en nombre de nuestros intereses e ideologías -poniendo, a veces, a Dios como excusa- somos nosotros. Incluso lo “divino” se nos puede convertir en una ideología más. Por añadidura, en una ideología de odio. Pero Dios es inocente. El Dios de los cristianos no es un fetiche necesitado de sangre.