El excluido
Jesús toca al excluido
Jesús recorre Galilea predicando y encontrándose con personas en el camino. Jesús busca el encuentro con los demás, especialmente con los más excluidos de la sociedad.
La lepra era la enfermedad que más alteraba la vida de una persona. Desfiguraba y deterioraba el cuerpo, el alma y la dignidad hasta convertirlo en “impuro”. La lepra y las enfermedades de la piel, llagas, erupciones, etc. eran consideradas como el signo exterior de una situación de pecado interior. Por esta razón los leprosos eran considerados impuros y debían salir de la convivencia familiar, dejar la convivencia del pueblo y vivir en las afueras sin tener contacto alguno con la gente.
Los leprosos vivían en las afueras de las ciudades, vestidos con andrajos, entre la basura, (Job). El leproso tenía que llamar la atención con una campanilla o haciendo gestos para que nadie se le acercara, pues quien tocaba un leproso queda igualmente impuro y, por tanto, excluido. El leproso permanece aislado, condenado a su suerte. El leproso solamente puede vivir en compañía de quienes padecen su misma enfermedad. (2 Rey 7,3; Lc 17,11-19
(2 Re.7,3) «… Mientras tanto, cuatro leprosos que estaban a la entrada de la ciudad se dijeron entre sí:–¿Qué hacemos aquí sentados esperando la muerte?..·
(Lc.17,11-13) «…En su camino a Jerusalén, pasó Jesús entre las regiones de Samaria y Galilea.Al llegar a cierta aldea le salieron al encuentro diez hombres enfermos de lepra,que desde lejos gritaban:–¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros! …»
Jesús cura a un leproso (Mc. 1, 40-45)
Jesús se encuentra con un leproso: Se trata del último entre los últimos, un intocable, excluido de una vida en familia y en comunidad. El leproso se acerca de rodillas, y le dice : –Si quieres, puedes limpiarmede mi enfermedad.
Jesús tuvo compasión de él, le tocó con la mano y dijo:
–Quiero. ¡Queda limpio!
Al momento se le quitó la lepra y quedó limpio. Jesús lo despidió en seguida, recomendándole mucho:
Jesús que cree que la persona es más importante que la ley y que ve que el leproso necesita acogida, no solo curación, para sentirse limpio y dejar de ser un excluido, no duda y lo sana. La lepra era considerada una forma de maldición de Dios, de impureza profunda. El leproso debía estar lejos de todos; no podía acceder al templo y a ningún servicio divino.
Jesús sana a un leproso. (Mc.1,40-45)
(Mt 8.1-4; Lc 5.12-16)
«…Un hombre enfermo de lepra se acercó a Jesús, y poniéndose de rodillas le dijo:
–Si quieres, puedes limpiarmede mi enfermedad.
Jesús tuvo compasión de él, le tocó con la mano y dijo:
–Quiero. ¡Queda limpio!
Al momento se le quitó la lepra y quedó limpio. Jesús lo despidió en seguida, recomendándole mucho:
–Mira, no se lo digas a nadie. Pero ve, preséntate al sacerdote y lleva por tu purificación la ofrenda ordenada por Moisés;así sabrán todos que ya estás limpio de tu enfermedad.
Sin embargo, en cuanto se fue, comenzó a contar a todos lo que había pasado. Por eso, Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo, sino que se quedaba fuera, en lugares donde no había nadie; pero de todas partes acudían a verle….»
«Señor, si quieres, puedes limpiarme» (Mc.1,40): le dice el leproso. Este hombre no pide solamente ser curado, sino ser «limpiado», es decir sanado integralmente, en el cuerpo y en el corazón. La lepra era considerada una forma de maldición de Dios, de impureza profunda. El leproso debía estar lejos de todos; no podía acceder al templo y a ningún servicio divino.
Aquel leproso no temía infringir la ley y entra en la ciudad buscando a Jesús y lo encontró. Conocía el poder de Jesús, que podía sanarlo y purificarlo.
Esta fe es la fuerza que le ha permitido buscar el encuentro con Jesús.
Jesús tuvo compasión de él, le tocó con la mano y dijo:
–Quiero. ¡Queda limpio! (Mc.1,41).
Contra las disposiciones de la Ley de Moisés, que prohibía acercarse a un leproso (Cfr. Lev 13,45-46), extiende la mano e incluso le toca.
¡Cuántas veces nosotros encontramos un pobre que viene a nuestro encuentro! Podemos ser incluso generosos, podemos tener compasión, pero generalmente no lo tocamos. Le ofrecemos la moneda, pero evitamos tocar la mano y la tiramos ahí.
Jesús nos enseña a no tener temor de tocar al pobre y al excluido, porque Él está en ellos.
Jesús siente compasión, se acerca, toca y limpia al leproso. Jesús rehabilita al leproso: lo de vuelve a la vida, a la convivencia. Siempre eres hijo de Dios.