Diálogo entre dos peces

Dos peces nadaban tranquilamente y uno de ellos rompió el silencio:

—He estado pensando mucho y quiero decirte algo… Ya no soy ateo.

El otro pez lo miró extrañado, ladeando la cabeza.

—¿De qué hablas? ¿Ateo de qué?

El primero, con una mezcla de entusiasmo y timidez, respondió:

—He decidido creer en el agua.

El segundo pez soltó una carcajada incrédula.

— ¿En el agua? ¡Eso es ridículo! El agua es un invento. Una especie de amigo imaginario para los peces que no saben pensar por sí mismos.

El pez creyente, sin dejarse intimidar, contestó con calma:

—Es curioso que digas eso, porque sin agua no podrías existir. Todo lo que haces, cada brinco, cada respiración, cada movimiento… Todo está sostenido por el agua, aunque no la veas.

El incrédulo se encogió de hombros.

—Eso no prueba nada. Yo no veo el agua, no la siento. ¿Dónde está? Si fuera tan importante, debería ser evidente, ¿no crees?

El creyente sonrió, paciente.

—Ese es el problema, amigo. Estás tan inmerso en ella que no puedes distinguirla. El agua es lo que te rodea, lo que te sostiene, lo que te da vida. No necesitas verla para que sea real.

El otro pez frunció el ceño, intentando procesar esas palabras.

—¿Y cómo sabes que no es solo una idea que te inventaste? Algo que te hace sentir bien porque temes lo desconocido.

El creyente suspiró, no por frustración, sino por la profundidad del tema.

—¿Recuerdas cuando eras joven y no entendías por qué flotabas? Te preguntabas por qué no caías al abismo, y te dijeron que era porque el agua te sostenía. Al principio no lo creíste, pero luego aprendiste a moverte, a nadar, a dejarte llevar por la corriente. El agua siempre ha estado ahí, incluso cuando la ignorabas.

El incrédulo se quedó en silencio un momento, pero luego replicó con tono desafiante:

—¿Y qué pasa con los peces que no creen en el agua? Siguen viviendo igual que tú. No necesitan creer para flotar o nadar.

El creyente asintió con serenidad.

—Tienes razón. No necesitan creer para que el agua exista. Pero vivir sin reconocer el agua es vivir sin asombro, sin gratitud, sin darse cuenta de la maravilla que los rodea. Creer en el agua no cambia su realidad, cambia la nuestra.

El otro pez lo miró, sin saber qué responder. Por primera vez, algo en su corazón comenzó a inquietarse, como si una corriente invisible lo estuviera empujando hacia un horizonte desconocido.

—Quizá… Quizá debería pensar más en esto.

El creyente sonrió, satisfecho.

—Hazlo, amigo. El agua siempre ha estado aquí, esperando a que la descubras.

       _Enrique Valtierra._ 𝕏:@elcaminodelogos

       

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