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Dios. Omnipotente, eterno y paradójicamente… simple. La Simplicidad Divina es uno de los mayores misterios de la fe.
Comprenderlo… lo cambia todo. Es un concepto profundo del catolicismo.
Aquí te lo explico de forma sencilla.
Qué es la simplicidad divina?
La Iglesia enseña que Dios es completamente simple.
Esto no significa “simple” en el sentido de básico o incompleto, sino que Él no tiene partes ni composición.
Todo en Dios es uno:
• Su ser, Su esencia, Su existencia, Su voluntad y Su amor.
“Yo soy el que soy” (Éxodo 3,14).

Por qué es importante que Dios sea simple?
Si Dios tuviera partes, significaría que depende de algo externo para ser quien es
Un Dios compuesto no sería absoluto ni infinito.
La simplicidad divina asegura que Dios es el fundamento último de todo.
“Antes de que naciesen los montes… tú eres Dios” (Salmo 90,2).

La diferencia entre Dios y nosotros
Nosotros estamos “compuestos”:
tenemos cuerpo y alma, razón y voluntad, pasado y futuro.
En cambio, en Dios no hay partes ni división.
Dios no tiene potencialidades, porque es Acto Puro:
todo lo que Él es, lo es en plenitud.
Santo Tomás de Aquino enseñó que en Dios no hay distinción entre Su esencia (“lo que es”) y Su existencia (“que es”).
Dios no “participa” del ser como nosotros.
Él es el mismo ser: el Ser absoluto, la fuente de todo lo creado.

Ejemplo práctico: la luz
Piensa en la luz.
es una realidad simple, sin partes visibles, pero que ilumina todo.
Dios es como esa luz absoluta: no tiene división en Sí mismo, pero todo lo que existe depende de Él.
“Dios es luz, y en Él no hay tiniebla alguna” (1 Juan 1,5).

La Escritura revela a un Dios perfecto y absoluto:
“Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin” (Apocalipsis 22,13).
“En Él vivimos, nos movemos y existimos” (Hechos 17,28)
“El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mateo 24,35).
Estas frases reflejan la unidad perfecta de Dios.

Cómo nos afecta esta verdad?
La simplicidad divina no es solo un concepto abstracto
Es la base de nuestra relación con Él.
Dios no está dividido en su amor por nosotros.
Su amor, su justicia, su misericordia… son una sola cosa
Cuando Dios ama, lo hace con todo lo que es.
Nosotros estamos llenos de contradicciones: amamos y odiamos, deseamos y tememos al mismo tiempo
En cambio, Dios es completamente coherente.
Es perfecto en su unidad y eternidad.
Esto nos llama a buscar esa unidad interior: ser completos en Él.
En Dios, no hay diferencia entre lo que piensa y lo que hace.
Su plan de salvación es eterno, porque Su voluntad es perfecta.
“No hay cambio ni sombra de variación en Él” (Santiago 1,17)
El Dios que creó el universo es el mismo que nos redime.
Si Dios es completamente simple, nosotros debemos simplificar nuestras vidas para acercarnos a Él.
Menos distracciones. Menos ego.
Más amor y unidad con Su voluntad
Jesús lo expresó así: “Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mateo 5,48)

La simplicidad divina nos muestra que, en un mundo lleno de caos, Dios es la roca inmutable.
Dios no es solo el principio. Es el fundamento.
Es el ser mismo.
Comprenderlo no es solo entenderlo… es encontrarnos a nosotros mismos en Él.