Comprensión de un genio: Einstein (2)

Einstein y la religión (2)

Einstein y su conocimiento de la Biblia

Albert Einstein, no sólo dedicó su tiempo al estudio de la física, sino también a temas tan distintos como el papel de la religión y su relación con la ciencia. En un artículo que escribió para la revista del periódico The New York Times, en noviembre de 1930 y titulado “Religion and Science”, expuso lo siguiente: ¿Cuáles son las necesidades que han llevado a los hombres a pensar y a creer en algo? Para el hombre primitivo era sobre todo el miedo al hambre, a las bestias salvajes, a las enfermedades y a la muerte. En esa etapa de la humanidad, la mente humana imaginó seres con poderes superiores, cuya voluntad era la que decidía si ocurrían o no esos temerosos sucesos. Por lo que el hombre trataba de asegurar el favor de esos seres, con acciones y sacrificios que, según la tradición de cada grupo, harían que ellos les fueran favorables. Era una religión del miedo.

Albert Einstein

Pero sociedades más avanzadas, el deseo de tener una guía, de amor y de apoyo, impulsó a los hombres a creer en un Dios social o moral. Este es el Dios providencial, que protege, elimina, recompensa y castiga. El Dios que, según la perspectiva del creyente, ama y cuida la vida de la tribu o en su caso, de la humanidad. El que consuela cuando hay dolor o un anhelo insatisfecho. El que preserva las almas de los muertos. Esta es la concepción social o moral de Dios.

La Biblia judía ilustra admirablemente el paso de la religión del miedo a la religión moral. Las religiones de los pueblos civilizados, en principio, son religiones morales. Aunque hablando con verdad, todas las religiones son una mezcla variada de ambos tipos, con esta diferenciación: que, en los niveles superiores de la vida social, predomina la religión de la moralidad.

Einstein continúa: “Hay una tercera etapa de la experiencia religiosa a la que yo llamo el sentimiento religioso cósmico. El individuo se da cuenta de lo inútil que es el esperar el favor del Dios providencial y aprecia lo sublime y el orden maravilloso que se revelan tanto en la naturaleza como en el mundo del pensamiento. Los comienzos del sentimiento religioso cósmico ya aparecen en muchos de los Salmos de David y en algunos de los dichos de los Profetas.”

Los genios religiosos de todos los tiempos, se han distinguido por tener el sentimiento religioso cósmico, que no acepta ningún dogma ni un Dios concebido a imagen del hombre. Para Einstein, religión es el sentimiento de admiración causado al contemplar el maravilloso orden del universo y creer en un Creador de ese orden. Para él, la ciencia y la religión no son polos opuestos, como muchas religiones predican, sino que son complementarios. La ciencia nos explica cómo funciona el mundo y la religión nos dice hacia dónde debemos dirigirlo. La ciencia nos dio la energía nuclear y los valores éticos de la religión, nos guían para llevarla a usos pacíficos y no destructivos. Pues como dijo Einstein: “La ciencia sin religión es coja, la religión sin ciencia es ciega.”

¿Creía Einstein en Dios?

El científico dio algunas pistas al responder a una carta que le había enviado una niña llamada Phyllis, desde su clase de escuela dominical.

La carta decía: “Apreciado Mr. Einstein. En nuestra clase de escuela dominical nos hemos preguntado: ¿Oran los científicos? Este tema salió al preguntarnos si era posible creer a la vez en la Ciencia y en la religión. Estamos escribiendo a científicos y otras personas importantes para intentar recibir una respuesta. Nos sentiremos muy honrados si nos contesta a nuestra pregunta: ¿Los científicos oran? ¿Y para qué cosas oran? Estamos en el sexto grado, en la clase de Miss Ellis. Respetuosamente, Phyillis”.

Einstein contestó a la niña en una carta que ha sido publicada en el libro “Dear profesor Einstein: Albert Einstein’s letter to and from Children” (Alice Calaprice).

Enviada sólo cinco días después, Einstein decía: “Apreciada Phyllis, intentaré responder a tu carta de la forma más sencilla que pueda. Aquí está mi respuesta: Los científicos creemos que cualquier cosa que sucede, incluyendo los asuntos de los seres humanos, se debe a las leyes de la naturaleza. Por tanto, un científico no puede inclinarse a creer que el curso de los eventos pueda ser influenciado por la oración, es decir, por un deseo manifestado de forma sobrenatural”…

“Sin embargo, debemos conceder que nuestro conocimiento actual de estas fuerzas es imperfecto, así que en el fondo, la creencia en la existencia de un espíritu final y definitivo reside en un tipo de fe. Esta creencia se mantiene ampliamente extendida aun en medio de los actuales logros de la Ciencia. Pero también, cualquier persona que esté seriamente involucrada en la búsqueda de la Ciencia acaba convenciéndose de que algún tipo de espíritu se hace manifiesto en las leyes del Universo, uno que es enormemente superior al espíritu del ser humano. En este sentido, la búsqueda de la Ciencia lleva a un sentimiento religioso de un tipo especial, que seguramente es bastante diferente a la religiosidad de alguien un poco más inexperto”.

El creyente Einstein

Soy, de hecho, religioso

En el invierno de 1927, en una reunión en la casa del editor Samuel Fischer. Ocurrió en Berlín, en una tarde en la que Einstein, de entonces 48 años, estaba junto a su esposa en una cena en la que uno de los invitados expresó su creencia en la astrología.  Einstein ridiculizó la astrología tachándola como una mera superstición, a lo cual, Alfred Kerr (un ateo acérrimo) decidió intervenir diciendo que creer en Dios también era una “superstición.”.

Kerr, le dijo a Einstein: «He oído que se supone que usted es profundamente religioso«, a lo cual, Einstein contestó: 

«Sí, puede decirlo así. Intente penetrar con nuestros medios limitados a los secretos de la naturaleza y encontrará que, detrás de todas las concatenaciones perceptibles, queda algo sutil, intangible e inexplicable. La veneración a esta fuerza que está más allá de lo que podemos comprender es mi religión. En ese sentido soy, de hecho, religioso» (Einstein, citado en The Diary of a Cosmopolitan (1971), de HG Kessler, p.157 Londres: Weidenfeld & Nicolson).

En abril de 1921, durante su primera visita a la Universidad de Princeton, Einstein haría el comentario de que «Dios puede ser sutil, pero no es malicioso» (Raffiniert ist der Herrgott, aber boshaft ist er nicht; (cit. en Calaprice, 2005:112; Clark, 1973: Ch. 14).

En un artículo de la Revista del New York Times, el 9 de noviembre de 1930, Einstein se refirió a su sistema de creencias espirituales como una religión de carácter «cósmico» cuya inspiración se originaba «en muchos de los Salmos de David y en algunos de los profetas» de la Biblia Hebrea (Véase la edición del New York Times Magazine).

La parábola de la biblioteca

En una entrevista más publicada en 1930 en el libro «Glimpses of the Great, Einstein», el historiador G. S. Viereck comenta que le preguntó al físico si en realidad creía en Dios o no, a lo cual, Einstein respondió comparando a Dios con un Bibliotecario Universal:

«No soy ateo y no pienso que pueda decir que soy panteísta. El problema en cuestión es demasiado vasto para nuestras mentes limitadas. ¿No puedo responder con una parábola?»

La mente humana, no importa cuán altamente capacitada esté, no puede comprender el universo. Estamos en la posición de un niño pequeño, entrando en una enorme biblioteca cuyas paredes están cubiertas hasta el techo de libros en muchos idiomas diferentes. El niño sabe que alguien debió haber escrito esos libros. No sabe quién ni cómo. No entiende los idiomas en los que están escritos. El niño observa un plan definido en la organización de los libros, un orden misterioso, el cual, no se comprende; un orden misterioso que no entiende pero apenas sospecha sutilmente.

Esa, me parece, es la actitud de la mente humana, mayor y la más culta, hacia Dios. Vemos un universo maravillosamente organizado, obedeciendo ciertas leyes, pero solo entendemos las leyes vagamente. Nuestras mentes limitadas no pueden escrutar la fuerza misteriosa que balancea las constelaciones» (Cit. en Viereck, George Sylvester. «Glimpses of the Great». Duckworth, 1930. p. 372-373.; También citado en Einstein: His Life and Universe por Walter Isaacson, p. 386).

No hay leyes sin un Legislador

En 1943, en una conversación subsecuente con William Hermanns, se le preguntó al físico: «¿Cómo concibes a Dios?», a lo cual, Einstein respondió:

«Dios es un misterio, pero un misterio comprensible. No tengo nada sino admiración cuando observo las leyes de la naturaleza. No hay leyes sin un Legislador» (cit. en William Hermanns, Einstein and the Poet: In Search of the Cosmic Man (1983), p. 106).

La religión y la ciencia van de la mano

Einstein sostenía que la religión era de alguna manera necesaria para la supervivencia de la ciencia.

La ciencia sólo puede ser creada por aquellos que están imbuidos a fondo con la aspiración hacia la verdad y el entendimiento. Esta fuente de sentimientos, no obstante, surge desde la esfera de la religión… No puedo concebir un científico genuino sin una fe profunda. La situación puede ser expresada por una imagen: La ciencia sin la religión está coja, la religión sin la ciencia está ciega». (Fragmento tomado de Science, Philosophy and Religion, A Symposium, publicado por the Conference on Science, Philosophy and Religion in Their Relation to the Democratic Way of Life, Inc., New York (1941); republicado más tarde por el propio Einstein en su libro Out of My Later Years (1950), p. 24).

“…La religión y la ciencia van de la mano. la ciencia sin religión son interdependientes y tienen un objetivo común: la búsqueda de la verdad…” (Einstein Third Conversation (1948), cit. en Hermanns, 1983; Einstein and the Poet: In Search of the Cosmic Man; p. 94).

Einstein habló sobre esta relación de interdependencia en su artículo «Religión y Ciencia: ¿Irreconciliables?» de 1948: “…Si bien es cierto que la ciencia, en la medida de la comprensión de sus conexiones causales, puede llegar a conclusiones importantes sobre la compatibilidad e incompatibilidad de objetivos y evaluaciones, las definiciones independientes y fundamentales sobre las metas y los valores se mantienen fuera del alcance de la ciencia.  En cuanto a la religión, por otra parte, se está de acuerdo en que se trata de objetivos y evaluaciones y, en general, con la base emocional del pensamiento humano y de la acción, por lo que éstas no están predeterminadas por la disposición hereditaria inalterable de las especies humanas. La religión tiene que ver con la actitud del hombre hacia la naturaleza en general, con el establecimiento de ideales para el individuo y para la comunidad, y con la relación humana mutua” (Religion and Science: Irreconcilable?, 1948; citado en The Christian Register (Junio de 1948); republicado por el propio Einstein en su libro Ideas and Opinions, 1954).

Era «absurdo cuando los científicos dicen que no hay Dios», porque «el verdadero científico tiene fe» (un dicho que asimila las palabras del Salmo 14,1: «era «absurdo cuando los científicos dicen que no hay Dios», porque «el verdadero científico tiene fe» (una reflexión que coincide con las palabras del Salmo 14:1: «Los necios piensan que no hay Dios”.

Creía incluso que la búsqueda científica resultaba en la evocación de sentimientos religiosos:

«Cualquiera que está seriamente ocupado en la búsqueda de la ciencia se convence de que un Espíritu se manifiesta en las leyes del Universo: un Espíritu sumamente Superior al del hombre, y uno ante el cuál nosotros con nuestras modestas facultades nos debemos sentir humildes. De esta forma, la búsqueda de la ciencia lleva a un sentimiento religioso de un tipo especial, que es de hecho bastante diferente de la religiosidad de alguien más ingenuo» (24 de enero de 1936, en una carta a uno de sus alumnos llamado Phyllis Wright; cit. en Einstein y la religión: Física y Teología (1999), de Max Jammer, p. 92-93). 

En una carta de 1948, Albert Einstein comentaba:

«Sin religión no hay caridad. El alma dada a cada uno de nosotros se mueve por el mismo Espíritu viviente que se mueve en el universo» (1948 – Idem, p. 94).

Mi concepción de Dios

En su libro “Ideas y opiniones”, escribió:

«Una convicción similar al sentimiento religioso de la racionalidad o la inteligibilidad del mundo está detrás de todo trabajo científico de un orden superior… 

Esta convicción, una creencia ligada con profundo sentimiento en una Mente Superior que se revela a Sí mismo en el mundo de la experiencia, representa mi concepción de Dios» (Einstein, Ideas& Opinions, p. 255). Einstein creía que Dios sostiene todo alcance del universo y que Su inteligencia estaría más allá de la limitada comprensión humana; por lo cual escribió:

«Mi religión consiste en una humilde admiración del Espíritu infinitamente Superior que se revela a Sí mismo en los pequeños detalles que somos capaces de percibir con nuestras mentes frágiles y débiles. Esa convicción profundamente emocional de la presencia de un Poder Superior racional que es revelado en el universo incomprensible forma mi idea de Dios» (Einstein 1936, citado en Dukas and Hoffmann 1979, 66; también en The Private Albert Einstein (1992) por Peter A. Bucky & Allen G. Weakland, p. 86; Einstein, 1979:66).

Los límites de la ciencia

Para Einstein, la sola ciencia era incapaz de explicar toda la existencia, por un número de razones distintas (entre ellas, la causalidad):

«Cuando el número de factores que entran en juego en un complejo fenomenológico es demasiado grande, el método científico en la mayoría de los casos nos falla. Uno solo necesita pensar en el clima, en el que la predicción incluso para unos días siguientes es imposible. No obstante nadie duda que nos enfrentamos a una conexión causal cuyos componentes causales en su mayoría son conocidos por nosotros. Las ocurrencias en este dominio van más allá del alcance de la predicción exacta debido a la variedad de factores en funcionamiento, no a causa de la falta de orden en la naturaleza» 

(1941; Science, Philosophy and Religion, A Symposium, published by the Conference on Science, Philosophy and Religion in Their Relation to the Democratic Way of Life, Inc., New York).

Otra de las razones era la imposibilidad de la ciencia a darle dirección y sentido al destino humano, pues según Einstein:

«El método científico no puede enseñar nada más allá de cómo los hechos están relacionados y condicionadas entre sí… el conocimiento de «lo que es» no abre la puerta directamente a lo que «debería ser». Uno puede tener el conocimiento más claro y completo de lo que es, y sin embargo, no ser capaz de deducir lo que debería ser el objetivo de nuestras aspiraciones humanas. El conocimiento objetivo nos ofrece instrumentos poderosos para los logros de algunos fines, pero el propio objetivo final y el anhelo de llegar a él debe venir de otra fuente… Aquí nos enfrentamos, por lo tanto, a los límites de la concepción puramente racional de nuestra existencia» (Einstein; “Out Of My Later Years”; Wing Books, Random House; copyright 1956, written in 1950, revised in 1956; pp. 20-21).

El mundo espiritual

«Las leyes básicas del universo son simples, pero porque nuestros sentidos están limitados, no podemos captarlas. Hay un patrón en la Creación» (cit. en 1930; por Hermanns, Einstein and the Poet: In Search of the Cosmic Man (1983), p. 10).

«La Creación puede ser de origen espiritual, pero eso no quiere decir que todo lo creado sea espiritual. ¿Cómo puedo explicar esas cosas? Aceptemos que el mundo es un misterio. La naturaleza no es ni exclusivamente material ni enteramente espiritual; el hombre también es más que carne y huesos, de lo contrario, ninguna religión hubiera sido posible. Detrás de cada causa yace otra causa, el final o el principio de todas las causas está aún por ser encontrado. Sin embargo, sólo una cosa hay que recordar: no hay efecto sin causa, y no hay carencia de leyes en la Creación» (Einstein, 1930, Hermanns, William (1983). Einstein and the Poet: in search of the cosmic man. Brookline Village MA: Branden Books, p. 59).

«La materia es real para mis sentidos, pero éstos no son dignos de mi confianza. Si Galileo o Copérnico hubieran aceptado lo que veían, nunca hubieran descubierto el movimiento de la Tierra y los planetas» (Einstein; cit. en 1943; Hermanns, Einstein and the Poet: In Search of the Cosmic Man, 1983:59).

Cuestiones éticas y morales

Hacia 1951, una colega que opinaba que la ciencia debía determinar el rumbo de la ética, le reprochaba, molesto, a Einstein, el haber usado los términos «religión» y «religioso» junto a los términos de la ciencia; sin embargo, Einstein respondió:

«No he encontrado mejor expresión que ‘religioso’ por confianza en que la naturaleza racional de la realidad es, al menos hasta cierto punto, accesible a la razón humana. Dondequiera que este sentimiento está ausente, la ciencia se degenera en un empirismo sin inspiración.

No puedo aceptar su opinión respecto a la ciencia y la ética. Lo que llamamos ciencia tiene el único propósito de determinar «lo que es». La determinación de lo que «debe ser» es ajeno a ella y no puede llevarse a cabo metódicamente. La ciencia sólo puede organizar las proposiciones éticas de forma lógica y proporcionar los medios para la realización de los objetivos éticos, pero la determinación de los objetivos está fuera de su alcance» (Albert Einstein, en su carta a Maurice Solovine, (el 1 enero 1951) [cit. en Einstein Archivo 21-174], publicado en Cartas a Solovine (1993); citado en Jean Abelé (1961), Christianity and science, Hawthorn Books). En 1943, Einstein había expresado un pensamiento similar al decir que el intelecto humano no podría dirigir los fines y determinar los valores, y que la ciencia no podía tomar el lugar de la religión de ninguna manera:

«Ciertamente, debemos tener cuidado de no hacer del intelecto nuestro dios; tiene, por supuesto, músculos poderosos, pero sin personalidad; no puede conducir, sólo puede servir y no es exigente en su elección de un líder. Esta característica se refleja en la calidad de sus sacerdotes: los intelectuales. El intelecto tiene un ojo agudo para los métodos e instrumentos, pero es ciego a los fines y valores. Así que no es de extrañar que esta ceguera fatal se pase de un viejo a un joven y en la actualidad afecte a toda una generación» (Einstein; The Goal of Human Existence, 11 April 1943; cit. en Einstein Archives 28-587; Einstein 1956; 260-261).

Prefiero una actitud de humildad que la arrogancia ateísta

En 1941, después de recibir críticas de sus declaraciones públicas, tanto del lado religioso como del lado ateo, Einstein criticó duramente a los que llamó «ateos fanáticos»:

“…Luego están los ateos fanáticos cuya intolerancia es de la misma clase que de la intolerancia de los fanáticos religiosos y proviene de la misma fuente: son como esclavos que aún están sintiendo el peso de sus cadenas que han sacudido después de un dura lucha. Son criaturas que, en su rencor contra el tradicional «opio del pueblo», no pueden llevar la música de las esferas. La maravilla de la naturaleza no se hace más pequeña solo porque uno no la pueda medir por los estándares de objetivos morales y los propósitos humanos» (Escrito el 7 agosto de 1941 en una carta que discutía las reacciones sobre su ensayo «Ciencia y Religión». Einstein y la religión: Física y Teología, Max Jammer, Princeton University Press, 2002, p. 97). 

Hacia 1949, Einstein escribía:

«No comparto el espíritu de cruzada del ateo profesional cuyo fervor se debe a un doloroso acto doloroso de liberación de las cadenas del adoctrinamiento religioso recibido en su juventud. Prefiero una actitud de humildad que corresponde a la debilidad de nuestra comprensión intelectual de la naturaleza y de nuestro propio ser» (En su carta a Guy H. Raner Jr. (28 de septiembre 1949), de un artículo de Michael R. Gilmore en la revista Skeptic, Vol.. 5, N º 2, 1997).

«Los prejuicios del incrédulo son para mí casi tan divertidos como los prejuicios del creyente» (Goldman, 1997: VII).

Dios no juega a los dados con el Universo

Einstein creía que el comportamiento humano era completamente determinado por leyes causales, no casuales. Einstein abogaba por el argumento de que la Creación tenía un propósito, rechazando la idea de la casualidad o el existencialismo secular. Por esa razón, negó relación alguna del azar con la teoría cuántica, lo que especificó en cartas enviadas al físico Max Born. Born, ganador del Premio Nobel de la Física de 1954, había dicho lo siguiente respecto a la comprensión de la construcción del universo: 

«Si Dios ha hecho este mundo un mecanismo perfecto, al menos Él ha concedido lo suficiente a nuestro imperfecto intelecto para que, con el fin de predecir pequeñas partes de él, no necesitemos resolver innumerables ecuaciones diferenciales, sino que podamos usar los dados con bastante éxito» («Einstein’s Statistical Theories», en Schilpp, 1951:176).

“…La mecánica cuántica es ciertamente imponente, pero una voz interior me dice que no es la cosa real. La teoría dice mucho, pero realmente no nos trae más cerca al secreto del «Anciano [de días]». Yo, en todo caso, estoy convencido de que Él no juega a los dados» (En su carta del 4 de diciembre de 1926 enviada e Max Born, Einstein hizo su famoso comentario sobre la mecánica cuántica).

En una conversación de 1943 con William Hermanns dijo reiterativamente: «Como he dicho tantas veces, Dios no juega a los dados con el mundo» (Einstein and the Poet: In Search of the Cosmic Man, 1983:58).

Lo que realmente me interesa es si Dios podría haber hecho del mundo una cosa diferente; es decir, si la necesidad de simplicidad lógica deja la más mínima libertad» (Citado por Ernst G. Straus, quien fue asistente de Einstein de 1944 a 1948, en Gerald Holton, The Scientific Imagination: Case Studies (Cambridge University Press, 1978), p. xii.). Original: Was mich eigentlich interessiert, ist, ob Gott die Welt hätte anders machen können.

Spinoza y Einstein

Según sus propias declaraciones, Einstein dudaba de que Dios fuera un Dios “personal” (participando activamente en la vida de los individuos), y tampoco aceptaba que el hombre estuviera hecho a Su imagen y semejanza, a diferencia de la concepción cristiana.

Una de las frases famosas sobre la concepción que Einstein tenía acerca de Dios es aquella que surgió como respuesta ante la pregunta «¿Crees en Dios?», a lo cual, el físico respondió:

“Creo en el Dios de Spinoza, que se revela a Sí mismo en la armonía de leyes del mundo, no en un Dios que se preocupa por el destino y las acciones de la humanidad» (24 de abril 1929, en respuesta a la pregunta de Herbert S. Goldstein: «¿Crees en Dios?». New York Times, 25 de abril 1929). Einstein se consideraba fiel simpatizante de su la de Dios, que tenía Spinoza

«El Dios que Spinoza veneraba es mi Dios también: me encuentro con Él todos los días en las leyes armónicas que rigen el universo… Mi Dios me habla a través de leyes» (Cit. en Hermanns, Einstein and the Poet: In Search of the Cosmic Man (1983: 58), “Third conversation” 1948. p. 89).

Einstein fuera de contexto y malinterpretado

En muchos sitios algunos han sacado fuera de contexto algunas de sus citas para argumentar que Einstein era un «ateo de toda la vida» o que Einstein «sólo hablaba de Dios metafóricamente».

Hay que tener en cuenta que las opiniones de Einstein variaron con el paso los años, y con el hecho de que sus puntos de vista llegaron a ser relativamente cambiantes.Aunque estas citas son reales, pero se olvidan de entender las palabras en su contexto original y completo. Cuando dice no creer en “un Dios personal”; lo que no explican es que, para Einstein, el dudar sobre el carácter “personal” de Dios, no implicaba negar la existencia ‘impersonal’ y universal de Dios.  Es cierto que Einstein estaba incierto sobre el carácter personal de Dios, el científico también dejó claro que, a pesar de no estar seguro, sí consideraba que era mejor creer en un Dios personal que degenerarse en un nihilismo freudiano y no creer en nada. Así lo expreso claramente, diciendo:

«Nosotros los seguidores de Spinoza vemos a nuestro Dios en el orden maravilloso y en las leyes de todo lo que existe y en su alma («beseeltheit»), tal como se revela en el hombre y en los animales. Es una cuestión diferente si la creencia en un Dios personal debe ser impugnada; Freud apoyó ese punto de vista en su última publicación. Yo mismo nunca me involucraría en esa tarea, porque tal creencia me parece preferible a la falta de una perspectiva trascendental de la vida» (Einstein y la religión: Física y Teología (1999) de Max Jammer, p. 51; Extraído de una carta a Eduard Büsching (25 octubre 1929).

Einstein expresó la imposibilidad de negar el carácter personal de Dios, como lo dijo en un simposio de 1941:

«Sin duda, la doctrina de un Dios personal que interfiere con eventos naturales jamás podría ser refutada, en el verdadero sentido de la ciencia, porque esta doctrina siempre puede refugiarse en aquellos ámbitos en los que el conocimiento científico no ha sido capaz de poner un solo pie» Einstein; adress in a symposium; 1941. «Science and religion» en Einstein, «Out Of My Later Years», 1950) «To be sure, the doctrine of a personal God interfering…»

En este sentido, se demuestra que Einstein reconocía sus propias limitaciones intelectuales, así como las limitaciones de la razón humana en general, y las limitaciones de la esfera de la ciencia, lo cual, le llevó a admitir que no podía negar la posibilidad de lo que no creía:

«No puedo probarle a usted que no hay Dios personal, más si yo fuera hablar al respecto, yo sería un mentiroso» (cit. en “Einstein and Religion: Physics and Theology”, p. 123; Science and Religion by Arnold V. Lesikar).

Casos de tergiversación

Einstein habló en contra de aquellos que, lo citaban para apoyar sus prejuicios en contra de la religión y en contra del Dios del universo:

«En vista de tal armonía en el cosmos, que yo, con mi mente humana limitada, soy capaz de reconocer, aún hay gente que dice que no hay Dios; pero lo que realmente me hace enojar es que me citan para apoyar sus puntos de vista» (Einstein, citado por Prince Hubertus zu Lowenstein, ca. 1941, en Towards the Further Shore : An Autobiography (1968); también citado en Clark 1973, 400; y en Jammer 2002, 97).

Einstein expresó una creencia en «el Dios de Spinoza que se revela a Sí mismo en la armonía de lo que existe.» Esto, de hecho motivó su interés por la ciencia, como él dijo una vez a un joven físico: «Quiero saber cómo Dios creó este mundo, no estoy interesado en este o ese fenómeno, en el espectro de este o ese elemento. Quiero conocer Sus pensamientos, el resto son detalles.» El famoso epíteto de Einstein sobre el «principio de incertidumbre» era «Dios no juega a los dados»- y para él esto era una verdadera declaración acerca del Dios en quien creía. Un famoso dicho suyo era que «la ciencia sin la religión está coja, la religión sin la ciencia es ciega».

Max Jammer, profesor emérito de física y autor del reconocido libro biográfico: «Einstein y Religión: Física y Teología», también resume el asunto de la siguiente manera: 

«Einstein siempre protestó en contra de ser considerado como un ateo: «lo que realmente me molesta...». Einstein renunció al ateísmo porque él jamás consideró su negación de un Dios personal, la negación de Dios. Un popular libro sobre la vida de Einstein en 1998 también incluirá la declaración cortante de que «él era un ateo de toda la vida«, pero tal afirmación contradice evidentemente las propias palabras de Einstein en el mismo libro, que dice: «lo que es Divino se manifiesta en el mundo físico.

Jammer agrega: 

«No sólo Einstein no era un ateo, sino que incluso sus escritos han influido a algunas personas a alejarse de ateísmo, aunque él indudablemente nunca intentó convertir a nadie. El habló sobre la religión sólo como respuesta a las solicitudes de las personas que le preguntaban acerca de su perspectiva de la religión.»

El mismo Einstein dijo una vez que ‘La más bella y profunda emoción que podemos experimentar es la sensación de lo místico. Es la sembradora de toda ciencia verdadera. Aquél a quien esta emoción le resulta extraña, que ya no puede encontrarte extasiado con asombro, es como si estuviera muerto. Esa convicción profundamente emocional de la presencia de un Poder Racional Superior, que es revelado en el incomprensible universo, forma mi idea de Dios’.” (Anfinsen, as cited in Margenau and Varghese, ‘Cosmos, Bios, Theos’, 1997, p. 140)

Einstein y Jesucristo

En una entrevista con George Viereck de la Revista «The Saturday Evening Post» (1929), Einstein expresa  su admiración por la figura de Jesucristo:

Viereck: «¿En que medida fue usted influido por el cristianismo?» 

Einstein: «Cuando era niño, recibí instrucción tanto de la Biblia como del Talmud. Soy un judío, pero estoy fascinado por la figura luminosa del Nazareno.» 

Viereck: «¿Ha leído el libro de Emil Ludwig acerca de Jesús?» 

Einstein: «El Jesús de Emil Ludwig es poco profundo. Jesús es demasiado colosal para la pluma de los que venden palabras, no importa cuán artísticas sean. Ningún hombre puede mover el cristianismo con un bon mot [argumento ingenioso]. 

Viereck: «¿Acepta usted la existencia histórica de Jesús?» 

Einstein: «¡Incuestionablemente! Nadie puede leer los Evangelios sin sentir la verdadera presencia de Jesús. Su personalidad palpita en cada palabra. Ningún mito está llenó con tanta vida. Qué diferente, por ejemplo, es la impresión que recibimos por cuenta de héroes legendarios de la antigüedad, como Teseo. Teseo y otros héroes de su tipo no tienen la vitalidad auténtica de Jesús». 

Viereck: «Ludwig Lewisohn, en uno de sus últimos libros, afirma que muchos de los dichos de Jesús parafrasean las palabras de otros profetas.» 

Einstein: «Nadie puede negar el hecho de que Jesús existió ni de que sus palabras son hermosas. Aun cuando algunas de ellas se hayan dicho antes, nadie las ha expresado tan divinamente como Él» (26 de octubre 1929, «What Life Means to Einstein» por George Sylvester Viereck, The Saturday Evening Post, , p. 17.; citada también en Walter Isaacson, Einstein: His Life and Universe, p. 386). 

En su libro Mein Weltbild (Mi visión del mundo), publicado originalmente en Amsterdam, en 1934, el Einstein habló de lo que consideraba «la doctrina capaz de curar a la humanidad de todos los males sociales»; a saber, la doctrina original de la Biblia y las enseñanzas de Jesucristo. Las siguientes palabras serían también publicadas en su propio libro «Ideas y Opiniones» (1954), un año antes de su muerte:

«No creo que nadie haya alcanzado tanta perfección, superando a todos los demás, excepto Cristo, a quien Dios reveló inmediatamente — sin palabras o visiones — las condiciones que conducen a la salvación. Así que Dios mismo se reveló a los Apóstoles por medio de la mente de Cristo, como antes Él se había revelado a Moisés por medio de una voz celestial. Y por lo tanto la voz de Cristo, como la que oyó Moisés, puede ser llamada la voz de Dios. Y en este sentido podemos decir también que la Sabiduría de Dios, es decir, una Sabiduría superando la sabiduría humana, asumió una naturaleza humana en Cristo, y que Cristo es el camino a la Salvación» (Spinoza, Cap. 1, Of Prophecy from Benedictus de Spinoza Opera por Carl Gebhardt, ed. (Heidelberg: Carl Winter, 1925) vol. III, p. 21; ed., A Spinoza Reader: The Ethics and Other Works/Benedict de Spinoza, Princeton NJ: Princeton UP, 1994. p. 14).

Otras influencias en Einstein

Einstein se preocupó por por estudiar, los estudios bíblicos y teológicos de Newton publicados en el siglo XX por la Universidad de Israel. Einstein comentó sobre esto:

«Los escritos de Newton sobre temas bíblicos me parecen especialmente interesantes, porque revelan un profundo conocimiento del carácter espiritual y el método de trabajo de este hombre prominente. Para Newton, el origen Divino de la Biblia es incondicionalmente seguro. Estos escritos, son en su mayoría inéditos, con lo que proporcionan una visión muy interesante en el taller espiritual de este pensador único» (Albert Einstein, septiembre 1940, en Lake Saranac; Véase A letter from Albert Einstein to Yahuda).

Einstein explicará que su trabajo era compatible con el de Newton: que no lo refuta como algunos pensaron erradamente, sino que daba lugar a áreas en la que la física de Newton no se había adentrado; que sus propios hallazgos no hubieran sido posibles sin los de Newton, y que ambos paradigmas eran coexistentes, no excluyentes.

Anécdota del origen del mal. Caso no confirmado

Otra anécdota que también ronda mucho en Internet tiene que ver con una historia en la que a Einstein se le atribuya la comparación de la concepción del mal con términos de ausencia en la física de la materia. A continuación se transcribe la anécdota completa:

“Un profesor universitario retó a sus alumnos con esta pregunta: “¿Dios creó todo lo que existe?” 

Un estudiante contestó valiente: “Sí, lo hizo.”

El profesor continuó: “¿Dios creó todo?”

“Sí señor,” respondió el joven.

El profesor contestó: “Si Dios creó todo, entonces Dios hizo el mal, pues el mal existe y bajo el precepto de que nuestras obras son un reflejo de nosotros mismos, entonces Dios es malo.” 

El estudiante se quedó callado ante tal respuesta y el profesor, feliz, se jactaba de haber probado una vez más que la fe cristiana era un mito.

Otro estudiante levantó su mano y dijo: “¿Puedo hacer una pregunta, profesor?”

“Por supuesto,” respondió el profesor.

El joven se puso de pie y preguntó: “¿Profesor, existe el frío?”

“¿Qué pregunta es esa? Por supuesto que existe, ¿acaso usted no ha tenido frío?”

El muchacho respondió: “De hecho, señor, el frío no existe según las leyes de la Física; lo que consideramos frío, en realidad es ausencia de calor. Todo cuerpo u objeto es susceptible de estudio cuando tiene o transmite energía, el calor es lo que hace que dicho cuerpo tenga o transmita energía. El cero absoluto es la ausencia total y absoluta de calor, todos los cuerpos se vuelven inertes, incapaces de reaccionar, pero el frío no existe. Hemos creado ese término para describir cómo nos sentimos si no tenemos calor.”

“Y, ¿existe la oscuridad?”, continuó el estudiante. 

El profesor respondió: “Por supuesto.”

El estudiante contestó: “Nuevamente se equivoca, señor, la oscuridad tampoco existe en estos términos. La oscuridad es en realidad ausencia de luz. La luz se puede estudiar, la oscuridad no, incluso existe el prisma de Nichols para descomponer la luz blanca en los varios colores en que está compuesta, con sus diferentes longitudes de onda. La oscuridad no. Un simple rayo de luz rasga las tinieblas e ilumina la superficie donde termina el haz de luz. ¿Cómo puede saber cuan oscuro está un espacio terminado? Con base en la cantidad de luz presente en ese espacio, ¿no es así? ‘Oscuridad’ es un término que el hombre ha desarrollado para describir lo que sucede cuando no hay luz presente.”

Finalmente, el joven preguntó al profesor: “Señor, ¿existe el mal?”

El profesor respondió: “Por supuesto que existe, como lo mencioné al principio, vemos violaciones, crímenes y violencia en todo el mundo; esas cosas son mal.”

A lo que el estudiante respondió: “En la misma línea de pensamiento, el mal no existe, señor, o al menos no existe por sí mismo. El mal es simplemente la ausencia de Dios, es, al igual que los casos anteriores, un término que el hombre ha creado para describir esa ausencia de Dios. Dios no creó el mal. No es como la fe o el amor, que existen como existen el calor y la luz. El mal es el resultado de que la humanidad no tenga a Dios presente en sus corazones. 

Entonces el profesor, después de asentir con la cabeza, se quedó callado.

El nombre del joven era Albert Einstein.”

Conclusiones

Durante la época mas fructítera de su carrera científica, Albert Einstein manifestó reiteradamente su creencia en «el Dios que encontraba cada día,» un Dios que él había dicho que estaba manifiesto en las leyes universales.

  • Aseguró la imposibilidad de que el universo surgiera por casualidad.
  • Reconoció que Dios es Espíritu y que es un Dios Creador.
  • Aseveró que «hay un patrón en la Creación» y que Dios estableció las leyes del universo afirmando que «mi Dios creó leyes» (Hermanns, 1983, p. 10).
  • Rechazó la idea de que la ciencia y la razón humana puedan refutar la existencia de Dios.
  • Declaró que hay límites de la razón humana.
  • Defendió la complementariedad entre la ciencia y la religión.
  • Rechazó el cientifismo.
  • Negó el materialismo.
  • Reconoció la esfera espiritual del ser humano.
  • Manifestó las razones por las cuales la ciencia y la razón humana niegan el ateísmo.
  • Expresó su admiración por la figura de Jesucristo.
  • Habló del valor moral inmejorable de las enseñanzas judeocristianas.
  • Einstein expresó claramente su admiración por el Creador. 

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