Dios está en lo pequeño

No busques acciones espectaculares. No pretendas cosas  grandiosas, más bien renuncia a la alabanza. Hagamos lo que hagamos, que sea lo mejor que podemos. Dejemos el resto en manos de Dios. Lo que importa es el grado de amor que pones en cada una de tus acciones.

Tres meses de vida. En lo pequeño se ve a Dios

Ante el fracaso no te desanimes, porque tu intención ha sido hacer lo mejor que tus fuerzas te permiten. Rechaza el aplauso y la alabanza cuando el éxito culmine tu acción. Cuando estés cansado, deprimido, abatido, supéralo desde la sencillez y con naturalidad. Sé humilde y nada te molestará jamás. Solo en Dios encontrarás el aliento y la fuerza.

Comprometete para hacer posible la necesaria transformación de nuestra sociedad, sin ideologización, sin utilizar a los pobres; empezando esa transformación por ellos mismos, porque Dios tiene un sitio preferente para ellos. Tan es así que hasta Él mismo “se hizo pobre”.

Y todo empezó con el “sí”de una humilde muchacha de un pequeño pueblo perdido en la periferia de un gran imperio. El Salvador nació en un pesebre, entre animales, como lo hacían los hijos de los más pobres; fue presentado en el Templo junto con dos pichones, la ofrenda de quienes no podían permitirse pagar un cordero (cf. Lc. 2,24; Lv. 5,7); creció en un hogar de sencillos trabajadores y trabajó con sus manos para ganarse el pan. 

Cuando comenzó a anunciar el Reino, Él mismo dijo: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres» (Lc. 4,18). A los que estaban cargados de dolor, agobiados de pobreza, les aseguró que Dios los tenía en el centro de su corazón: «¡Felices vosotros, los pobres, porque el Reino de Dios os pertenece!» (Lc. 6,20); con ellos se identificó: «Tuve hambre y me disteis de comer», y enseñó que la misericordia hacia ellos es la llave del cielo (cf. Mt. 25,35s). La opción por los pobres es una categoría teológica antes que cultural, sociológica, política o filosófica.

Los pobres no pueden ser simplemente objeto de nuestra justicia social, sino los sujetos de la transformación de nuestra sociedad.

Una sociedad fundada en la mentira, en la ambición, en la corrupción económica y moral, en el afán de poseer, de disfrutar y de poder, estará enferma de muerte.  Por eso, los pobres, los que sufren, los que pasan necesidad son el altavoz con el que Dios despierta a este mundo. Los pobres “lázaros” a la puertas de nuestras casas y en nuestras calles, son una esperanza para la Iglesia y la sociedad.

Es en lo pequeño donde vemos la levadura capaz de multiplicar o como la semilla una cosa pequeñita y que es capaz de hacer crecer un árbol grande. Lo peor que nos puede pasar, es olvidarnos de que somos pequeños, porque si pensamos en grande e introducimos lo “grande” en el corazón, con el poder, la soberbia, la complacencia, el árbol no va a crecer y la masa no se va a expandir. La riqueza está en lo pequeño. Pensemos como Sta. Teresa de Calcuta, que somos una pequeña gotita en medio del océano, sabiendo que el mundo no podría ser sin esa pequeña gotita.


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Un comentario

  1. Dios está en lo simple, en lo humilde, en lo pequeño.
    Simplicidad y sabiduría hacen de Sus cosas algo redondo, llano, perfecto. A Dios se lo encuentra en las cosas simples de la vida.
    Es detrás de esa pequeñez donde está la Infinita Sabiduría de Dios. Es como abrir una puerta, una simple puerta, y del otro lado encontrar todas las respuestas que nuestra ser anhela conocer.
    El universo fue creado desde Su Pensamiento, y sin embargo, para El, vale más esta pequeña alma que está aquí indefensa, que toda esa compleja sinfonía de planetas, estrellas, cometas y polvo estelar que danzan silenciosos a nuestro alrededor. Este es el secreto de Su Simplicidad: El resume todo en el amor que tiene por nosotros.

    Dios nos habla de una manera simple, sencilla, humilde, directa. A veces se introduce en nuestra vida de modo imprevisto, Nos habla con el milagro de miles de cosas cotidianas que debemos advertir y valorar, y agradecer. Solo hay que saber oírlo y verlo en las pequeñas cosas cotidianas.
    Mt. 11,25-26 “…Por aquel tiempo, Jesús dijo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has mostrado a los sencillos las cosas que ocultaste a los sabios y entendidos. Sí, Padre, porque así lo has querido.”

    Lc. 10, 21-22 “…En aquel momento, Jesús, lleno de alegría por el Espíritu Santo, dijo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has mostrado a los sencillos las cosas que ocultaste a los sabios y entendidos. Sí, Padre, porque así lo has querido.

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