El miedo a la verdad con el pretexto de buscar consenso

Con frecuencia se usa el término división como una excusa para evitar defender la verdad. También dentro de la Jerarquía de la Iglesia. Obispos, e incluso el Papa, presentan la división como el origen de todos los males, cuando en realidad el problema radica en la falta de firmeza en los principios.
No es correcto considerar que la insistencia en la verdad sea la causa del conflicto, ni proponer como solución un punto intermedio basado en concesiones. Se compara esta actitud con aceptar que «2+2 son 6» solo para alcanzar un consenso, lo que implica una claudicación ante la falsedad.
Con frecuencia dentro de la Iglesia se ha adoptado una postura tibia, evitando confrontar el error por miedo a generar conflictos. Sin embargo, la Escritura advierte claramente contra la indiferencia espiritual y la falta de compromiso con la verdad.
Existen pasajes bíblicos que reflejan esta idea, como Apocalipsis 3,15-16, donde Dios reprende la tibieza en la fe, o Mateo 6,24, que enfatiza que no se puede servir a dos amos. O la parábola de las diez vírgenes (Mateo 25,1-13), que ilustra la diferencia entre quienes se preparan con celo para recibir al Señor y quienes, por descuido y falta de compromiso, quedan excluidos.
Asimismo, se recuerda que Jesús mismo advirtió que su mensaje traería enfrentamiento, no porque la verdad divida en sí misma, sino porque exige una decisión firme. En Mateo 10,34-39, Jesús dice que no ha venido a traer una paz superficial, sino una espada, porque su enseñanza separa a quienes eligen seguirlo con fidelidad de aquellos que prefieren la comodidad del mundo.
La verdadera unidad no se construye sobre concesiones, sino sobre la fidelidad a la verdad. Ceder ante el error por miedo a la confrontación no es diálogo legítimo, sino cobardía. En última instancia, lo que realmente fragmenta y debilita no es la firmeza en la verdad, sino la renuncia a ella bajo la apariencia de evitar conflictos.