¡Enseñar a orar!
¡Señor, enséñanos a orar!
¡Padre, enséñanos a orar, a hablar con nuestro Padre Dios! Y la oración que nos enseña Jesús nos habla de absoluta confianza, de sentir que Dios no es un Dios lejano, sino un Padre, al que dirigirse con la mayor de las confianzas.
Después de orar, Jesús volvía transformado, lleno de luz y los discípulos querían aprender a sentir esa experiencia de Dios.
Y como a un Padre, Jesús nos dice ¡Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá!
Pedir, como con la actitud de un pobre que no puede alcanzar algo con su propio esfuerzo.
Buscar, con una actitud activa para encontrar aquello que está escondido.
Llamar, buscando que nos escuchen también los que están lejos.
“Danos ”: Es hermosa la confianza de los hijos que miran al Padre para todo. “Él hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos”. Él da a todos los vivientes “su alimento a su debido tiempo”. Jesús nos enseña esta petición, porque glorifica a nuestro Padre al reconocer lo bueno que es, más allá de toda bondad.
Dios es bondadoso, compasivo y generoso, y siempre quiere lo que es verdadero, bueno y hermoso para sus hijos.
Esta petición en el Padrenuestro resalta nuestra relación de aliianza única con Dios:
“Danos” también expresa el pacto. Nosotros somos suyos y él es nuestro, por nuestro bien. Pero este “nosotros” también lo reconoce como Padre de todos los hombres y le rezamos por todos ellos, en solidaridad con sus necesidades y sufrimientos.
Esta alianza nos permite pedirle a Dios todo lo que necesitemos. Puede que no siempre recibamos exactamente lo que queremos, pero siempre recibimos lo que Dios sabe que necesitamos.
Cuando recemos el Padre Nuestro, recordemos que es la oración de un niño a su Padre amoroso, que busca que sus hijos les den muchos buenos regalos.
¿Cómo es nuestra oración? ¿Sentimos en nosotros la luz de Dios?