Jesús de Nazaret

El revolucionario de la compasión y la esperanza

Revolución de Jesús. El comer

  • 1º Su mesa está abierta a todos. Sentar a la mesa con alguien es una prueba de confianza y amistad. No se come con cualquiera.
  • 2º Su mesa no es la mesa pura, ni la mesa santa.
  • 3º Jesús no está justificando el pecado. Lo que hace es romper la injusticia de la discriminación.
  • 4º Las comidas son proceso de curación. Los libera de la vergüenza y la humillación. Despierta en los comensales el sentido de su propia dignidad. Empiezan a entender que Dios no es un juez siniestro.
  • 5º Jesús no nos coloca ante las tablas de la ley, sino ante el corazón del Padre.
  • 6º A todos se les ofrece el perdón gratuito e inmerecido de Dios. Solo quedan excluidos los que no acogen su misericordia.

A) Su mesa está abierta a todos

La idea de la hospitalidad y la apertura a todos es un tema que se aborda en varios pasajes bíblicos. 

Mateo 25, 34-35 «…Y dirá el Rey a los de su derecha: ‘Venid vosotros, los que mi Padre ha bendecido: recibid el reino que se os ha preparado desde la creación del mundo.  Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me recibisteis…»

Hebreos 13,2 «…No os olvidéis de ser amables con los que lleguen a vuestra casa, pues de esa manera, sin saberlo, algunos hospedaron ángeles…»

Romanos 12,13. «…Ayudad en sus necesidades a los que pertenecen al pueblo santo; recibid bien a los que os visitan…»

Lucas 14:13-14 «…Al contrario, cuando des una fiesta, invita a los pobres, a los inválidos, a los cojos y a los ciegos; 1así serás feliz, porque ellos no te pueden pagar, pero tú recibirás tu recompensa cuando los justos resuciten…»

La importancia de compartir una comida como símbolo de confianza, amistad y comunión es un tema que se aborda en varios pasajes bíblicos.

B)  Su mesa no es la mesa pura, ni la mesa santa.

Mt. 9,9-13. «…Al salir Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado en el lugar donde cobraba los impuestos para Roma. Jesús le dijo: –Sígueme.

Mateo se levantó y le siguió.

Sucedió que Jesús estaba comiendo en la casa,y muchos cobradores de impuestos,  y otra gente de mala fama,  llegaron y se sentaron también a la mesa con Jesús y sus discípulos.  Al ver esto, los fariseos preguntaron a los discípulos:

–¿Cómo es que vuestro maestro come con los cobradores de impuestos y los pecadores?

Jesús los oyó y les dijo:

–Los que gozan de buena salud no necesitan médico, sino los enfermos.  Id y aprended qué significan estas palabras de la Escritura: ‘Quiero que seáis compasivos, y no que me ofrezcáis sacrificios.’Pues yo no he venido a llamar a los justos,  sino a los pecadores. 

Este pasaje destaca la actitud de Jesús hacia aquellos que eran considerados pecadores y excluidos socialmente. Jesús no solo compartía comida con ellos, sino que también enseñaba sobre la misericordia y la necesidad de redención.

Mt. 11,18-19 «…  Porque vino Juan, que ni come ni bebe, y dicen que tiene un demonio.  Luego ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen que es glotón y bebedor, amigo de gente de mala fama y de los que cobran impuestos para Roma. Pero la sabiduría de Dios se demuestra por sus resultados.”

Lc.5,27-32 «…Después de esto, Jesús salió y se fijó en uno de los que cobraban impuestos para Roma. Se llamaba Leví y estaba sentado en el lugar donde cobraba los impuestos. Jesús le dijo:

Sígueme.

 Entonces Leví se levantó, y dejándolo todo siguió a Jesús.

 Más tarde, Leví hizo en su casa una gran fiesta en honor de Jesús; y muchos de los que cobraban impuestos para Roma, junto con otras personas, estaban sentados con ellos a la mesa.  Pero los fariseos y los maestros de la ley pertenecientes a este partido comenzaron a criticar a los discípulos de Jesús. Les decían:

–¿Por qué coméis y bebéis con los cobradores de impuestos y los pecadores?

 Jesús les contestó:

–Los que gozan de buena salud no necesitan médico, sino los enfermos.  Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan a Dios…»

C) Jesús no justifica el pecado. Lo que hace es romper la injusticia de la discriminación.

Hay pasajes que reflejan que Jesús se opone a la discriminación y muestra compasión hacia los pecadores.

Jn. 8,1-11. «… Pero Jesús se dirigió al monte de los Olivos,  y al día siguiente, al amanecer, volvió al templo. La gente se le acercó, y él, sentándose, comenzó a enseñarles. Los maestros de la ley y los fariseos llevaron entonces a una mujer que había sido sorprendida en adulterio. La pusieron en medio de todos los presentes y dijeron a Jesús:

Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo del adulterio.  En nuestra ley, Moisés ordena matar a pedradas a esta clase de mujeres.Y tú, ¿qué dices?

Preguntaron esto para ponerle a prueba y tener algo de qué acusarle, pero Jesús se inclinó y se puso a escribir en la tierra con el dedo.  Luego, como seguían preguntándole, se enderezó y les respondió:

–El que de vosotros esté sin pecado, que le arroje la primera piedra.

Volvió a inclinarse y siguió escribiendo en la tierra.  Al oir esto, uno tras otro fueron saliendo, empezando por los más viejos. Cuando Jesús se encontró solo con la mujer, que se había quedado allí,  se enderezó y le preguntó:

–Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado?

 Contestó ella:

–Ninguno, Señor.

Jesús le dijo:

–Tampoco yo te condeno. Vete y no vuelvas a pecar.]…»

Jesús muestra compasión hacia una mujer sorprendida en adulterio. En lugar de condenarla, dice: «El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra». Jesús no justifica el pecado, pero también evita la condena y enfatiza la compasión y la necesidad de arrepentimiento.

Lc. 10,25-37   «… Un maestro de la ley fue a hablar con Jesús, y para ponerle a prueba le preguntó:

–Maestro, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?

 Jesús le contestó:

–¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?

El maestro de la ley respondió:

–‘Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y ama a tu prójimo como a ti mismo.’u

Jesús le dijo:

–Bien contestado. Haz eso y tendrás la vida.

Pero el maestro de la ley, queriendo justificar su pregunta, dijo a Jesús:

–¿Y quién es mi prójimo?

Jesús le respondió:

–Un hombre que bajaba por el camino de Jerusalén a Jericó fue asaltado por unos bandidos. Le quitaron hasta la ropa que llevaba puesta, le golpearon y se fueron dejándolo medio muerto. Casualmente pasó un sacerdote por aquel mismo camino, pero al ver al herido dio un rodeo y siguió adelante.  Luego pasó por allí un levita,y que al verlo dio también un rodeo y siguió adelante. Finalmente, un hombre de Samaria que viajaba por el mismo camino, le vio y sintió compasión de él. Se le acercó, le curó las heridas con aceite y vino, y se las vendó. Luego lo montó en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y cuidó de él.  Al día siguiente, el samaritano sacó dos denarios, se los dio al posadero y le dijo: ‘Cuida a este hombre. Si gastas más, te lo pagaré a mi regreso.’  Pues bien, ¿cuál de aquellos tres te parece que fue el prójimoc del hombre asaltado por los bandidos?

El maestro de la ley contestó:

–El que tuvo compasión de él.

Jesús le dijo:

–Ve, pues, y haz tú lo mismo…»

Jesús destaca la importancia de mostrar compasión y ayuda a quienes lo necesitan, incluso cuando otros puedan ignorarlos o discriminarlos.

Mt. 8,1-4. «… Cuando Jesús bajó del monte, le seguía mucha gente.  En esto se le acercó un hombre enfermo de lepra, que se puso de rodillas delante de él y le dijo:

–Señor, si quieres, puedes limpiarme de mi enfermedad.  Jesús lo tocó con la mano, y dijo:

–Quiero. ¡Queda limpio!

Al momento, el leproso quedó limpio de su enfermedad. 4 Jesús añadió:

–Mira, no se lo digas a nadie.Pero ve, preséntate al sacerdote y lleva la ofrenda ordenada por Moisés; así sabrán todos que ya estás limpio de tu enfermedad…»

 Jesús muestra su compasión y disposición para sanar a aquellos que son marginados y discriminados. Se resalta la importancia de la compasión, la misericordia y el amor al prójimo en el mensaje de Jesús, y cómo desafió las actitudes discriminatorias de su tiempo.

D) Las comidas son proceso de curación

En la Biblia, hay pasajes que resaltan la importancia de la comida en contextos de sanación

La multiplicación de los panes y peces

Mt. 14,13-21. «… Cuando Jesús recibió aquella noticia, se fue de allí, él solo, en una barca, a un lugar apartado. Pero la gente, al saberlo, salió de los pueblos para seguirle por tierra.  Al bajar Jesús de la barca, viendo a la multitud, sintió compasión de ellos y sanó a los que estaban enfermos. 1 Como se hacía de noche, los discípulos se acercaron a él y le dijeron:

–Ya es tarde y este es un lugar solitario. Despide a la gente, para que vayan a las aldeas y se compren comida.

Jesús les contestó:

–No es necesario que vayan. Dadles vosotros de comer.

Respondieron:

–No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces.

 Jesús les dijo:

–Traédmelos.

Mandó entonces a la multitud que se recostara sobre la hierba. Luego tomó en sus manos los cinco panes y los dos peces y, mirando al cielo, dio gracias a Dios, partió los panes, se los dio a los discípulos y ellos los repartieron entre la gente.  Todos comieron hasta quedar satisfechos, y todavía llenaron doce canastas con los trozos sobrantes.  Los que comieron eran unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños…»

(Mc 6.30-44; Lc 9.10-17; Jn 6.1-14)

Este acto milagroso podría interpretarse como un acto de provisión y cuidado, mostrando cómo la comida puede ser un medio de satisfacer las necesidades físicas y ser un acto de generosidad y curación.

La última cena

(Mt. 26,17-20) «…  El primer día de la fiesta en que se comía el pan sin levadura, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron:

– ¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?

Él les contestó:

–Id a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: ‘El Maestro dice: Mi hora está cerca, y voy a tu casa a celebrar la Pascua con mis discípulos.’

Los discípulos hicieron como Jesús les había mandado y prepararon la cena de Pascua.

Al llegar la noche, Jesús se había sentado a la mesa con los doce discípulos; y mientras cenaban les dijo:

–Os aseguro que uno de vosotros me va a traicionar.

 Ellos, llenos de tristeza, comenzaron a preguntarle uno tras otro:

–Señor, ¿acaso soy yo?

 Jesús les contestó:

–Uno que moja el pan en el mismo plato que yo, va a traicionarme.  El Hijo del hombre ha de recorrer el camino que dicen las Escrituras, pero ¡ay de aquel que le traiciona! ¡Más le valdría no haber nacido!

 Entonces Judas, el que le estaba traicionando, le preguntó:

–Maestro, ¿acaso soy yo?

–Tú lo has dicho –contestó Jesús.

 Mientras cenaban, Jesús tomó en sus manos el pan, y habiendo dado gracias a Dios lo partió y se lo dio a los discípulos, diciendo:

–Tomad, comed, esto es mi cuerpo.

 Luego tomó en sus manos una copa, y habiendo dado gracias a Dios la pasó a ellos, diciendo:

–Bebed todos de esta copa,  porque esto es mi sangre, con la que se confirma el pacto,p la cual es derramada en favor de muchos para perdón de sus pecados. 29 Os digo que no volveré a beber de este producto de la vid hasta el día en que beba con vosotros vino nuevo en el reino de mi Padre….»

(Mc 14.12-25; Lc 22.7-23; Jn 13.21-30; 1 Co 11.23-26)

La comunión como un acto de recordar y participar en la obra redentora de Jesús. Se podría interpretar como un proceso de curación espiritual.

Curación de la mujer hemorrágica y la hija de Jairo

(Mt.9, 18-26) «…Mi hija acaba de morir, pero si tú vienes y pones tu mano sobre ella, volverá a la vida.

 Jesús se levantó, y acompañado de sus discípulos se fue con él.  Entonces una mujer que desde hacía doce años estaba enferma, con hemorragias, se acercó a Jesús por detrás y tocó el borde de su capa.  Porque pensaba: “Con solo tocar su capa quedaré sana.”  Pero Jesús, volviéndose, vio a la mujer y le dijo:

–Ánimo, hija, por tu fe has quedado sanada.

Y desde aquel momento quedó sana.

 Cuando Jesús llegó a casa del jefe de los judíos, y vio a los músicos que estaban preparados para el entierro y a la gente que lloraba a gritos,  les dijo:

–Salid de aquí. La muchacha no está muerta, sino dormida.

La gente se burlaba de Jesús,  pero él los hizo salir; luego entró, tomó de la mano a la muchacha y ella se levantó.  Y por toda aquella región corrió la noticia de lo sucedido…»

El contacto físico con Jesús fue un medio de curación. Aunque no se centra específicamente en la comida, destaca la conexión entre la proximidad a Jesús y la restauración de la salud.

E) Jesús no nos coloca ante las tablas de la ley, sino ante el corazón del Padre.

La idea de que Jesús nos coloca ante el corazón del Padre en lugar de simplemente ante las tablas de la ley refleja la enseñanza de Jesús sobre la importancia de la relación con Dios y la centralidad del amor.

El mandamiento más importante

(Mt.22,34-40) «… Los fariseos se reunieron al saber que Jesús había hecho callar a los saduceos.  Uno de aquellos, maestro de la ley, para tenderle una trampa le preguntó:

 –Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la ley?

 Jesús le dijo:

‘Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.’  Este es el más importante y el primero de los mandamientos.  Y el segundo es parecido a este: ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo.’

 De estos dos mandamientos pende toda la ley de Moisés y las enseñanzas de los profetas…»

(Mc 12.28-34)

De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.»
En este pasaje, Jesús destaca la importancia del amor a Dios y al prójimo como el fundamento de toda la ley y los profetas.

Jesús en casa de Simón el fariseo

(Lc.7,36-50) «…Un fariseo invitó a Jesús a comer, y Jesús fue a su casa. Estaba sentado a la mesa,  cuando una mujer de mala fama que vivía en el mismo pueblo y que supo que Jesús había ido a comer a casa del fariseo, llegó con un frasco de alabastro lleno de perfume.  Llorando, se puso junto a los pies de Jesús y comenzó a bañarlos con sus lágrimas. Luego los secó con sus cabellos, los besó y derramó sobre ellos el perfume.  Al ver esto, el fariseo que había invitado a Jesús pensó: “Si este hombre fuera verdaderamente un profeta se daría cuenta de quién y qué clase de mujer es esta pecadora que le está tocando.”  Entonces Jesús dijo al fariseo:

–Simón, tengo algo que decirte.

–Dímelo, Maestro –contestó el fariseo.

Jesús siguió:

–Dos hombres debían dinero a un prestamista. Uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta:  pero, como no le podían pagar, el prestamista perdonó la deuda a los dos. Ahora dime: ¿cuál de ellos le amará más?

 Simón le contestó:

–Me parece que aquel a quien más perdonó.

Jesús le dijo:

–Tienes razón.

 Y volviéndose a la mujer, dijo a Simón:

–¿Ves esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies; en cambio, esta mujer me ha bañado los pies con lágrimas y los ha secado con sus cabellos.  No me besaste, pero ella, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies.  No derramaste aceite sobre mi cabeza, pero ella ha derramado perfume sobre mis pies.  Por esto te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; pero aquel a quien poco se perdona, poco amor manifiesta.

Luego dijo a la mujer:

–Tus pecados te son perdonados.

Los otros invitados que estaban allí comenzaron a preguntarse:

–¿Quién es este que hasta perdona pecados?

–Por tu fe has sido salvada. Vete tranquila…»

Jesús muestra que la relación de amor y arrepentimiento es fundamental, y no simplemente la observancia legalista de las normas.

El nuevo mandamiento

(Jn.13,34-35) «…Después de haber salido Judas, Jesús dijo:

–Ahora se manifiesta la gloria del Hijo del hombre, y la gloria de Dios se manifiesta en él.  Y si él manifiesta la gloria de Dios, también Dios manifestará la gloria del Hijo del hombre. Y lo hará pronto. Hijitos míos, ya no estaré mucho tiempo con vosotros. Me buscaréis, pero lo mismo que dije a los judíos os digo ahora a vosotros: No podréis ir a donde yo voy. Os doy este mandamiento nuevo: Que os améis los unos a los otros. Así como yo os amo, debéis también amaros los unos a los otros.  Si os amáis los unos a los otros, todo el mundo conocerá que sois mis discípulos…»

Jesús establece el amor como la nueva ley distintiva para sus seguidores. La relación basada en el amor mutuo es el sello de la identidad cristiana.

Tener un corazón centrado en el amor y la relación con Dios, más que simplemente enfocarse en el cumplimiento legalista de las normas.

F) A todos se les ofrece el perdón gratuito e inmerecido de Dios. Solo quedan excluidos los que no acogen su misericordia

El amor de Dios al mundo

(Mt. 3,16-18) «…  “Tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna. 17 Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo.

 “El que cree en el Hijo de Dios no está condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado por no creer en el Hijo único de Dios.  Los que no creen ya han sido condenados, pues, como hacían cosas malas, cuando la luz vino al mundo prefirieron la oscuridad a la luz.  Todos los que hacen lo malo odian la luz, y no se acercan a ella para que no se descubra lo que están haciendo.  Pero los que viven conforme a la verdad, se acercan a la luz para que se vea que sus acciones están de acuerdo con la voluntad de Dios.”..»

Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que cree en é no e condenado, pero el que no cree, ya ha sido condenado.

La oferta de salvación es para todos, pero la recepción de esa oferta depende de la fe en Jesús.

Ef.2,8-9) «… Pues por la bondad de Dios habéis recibido la salvación por medio de la fe. No es esto algo que vosotros mismos hayáis conseguido, sino que os lo ha dado Dios. No es el resultado de las propias acciones, de modo que nadie puede jactarse de nada…«

La salvación es un regalo gratuito de Dios que se recibe por fe, no por méritos propios.

(Rom.10,9-10). «…Si con tu boca reconoces a Jesús como Señor, y con tu corazón crees que Dios lo resucitó, alcanzarás la salvación.  Pues con el corazón se cree para alcanzar la justicia y con la boca se confiesa a Jesucristo para alcanzar la salvación…«

(Ap. 22,17) «… El Espíritu Santo y la esposa del Corderodicen: “¡Ven!” Y el que escuche, diga: “¡Ven!” Y el que tenga sed, y quiera, venga y tome gratis del agua de la vida…«

Invitación abierta a todos para recibir el agua de la vida, simbolizando la gracia y el perdón de Dios.

La oferta de perdón y salvación de Dios se extiende a todos, pero la condición es aceptar y creer en esa oferta por fe. La exclusión no se debe a la falta de oferta, sino a la falta de aceptación por parte de aquellos que rechazan la misericordia de Dios.


En el judaísmo, la comida es espiritual

En el judaísmo, comer no es un acto trivial. 

La Biblia contiene muchas historias de comidas. 

Alimentarse responde a una necesidad vital y frecuente, común a todos, independientemente del nivel de sabiduría o riqueza. No olvidemos que los hebreos pasaron más de cuarenta años en el desierto y que, para ellos, comer y beber era un milagro. 

La primera prohibición dada a Adán y Eva en el Jardín del Edén se refiera a la comida: Gn.2,15-17 «…Cuando Dios el Señor puso al hombre en el jardín de Edén para que lo cultivara y lo cuidara,  le dio esta orden: “Puedes comer del fruto de todos los árboles del jardín,  menos del árbol del bien y del mal. No comas del fruto de ese árbol,porque si lo comes, ciertamente morirás…»

La esencia misma del judaísmo reside en esta prohibición.

En la tradición judía, se dice que se debe hablar de la Torá cuando uno se reúne para comer. La comida sería un «pre-texto» para hablar del Texto. El alimento espiritual y el material se encuentran. En el judaísmo, todo es un todo, único. Se encuentra lo espiritual en la comida. Durante la comida, se come lo espiritual y no sólo lo material. 

Cuando una familia o comunidad judía pronuncia una bendición antes de la comida – «bendito seas tú que traes el pan de la tierra»-, saben que no es Dios quien hace el pan, pero rinden homenaje a la cadena de producción que va del trigo a la mesa y celebran la maravilla de los alimentos que les son dados. 

Ninguna fiesta judía se celebra sin una comida compartida, a la que se asocian la luz, el canto y la danza.

El Séder es una comida familiar que conmemora la salida de los hebreos de Egipto. Es durante el Séder cuando tiene lugar la transmisión esencial de la fe, basada en un mandato bíblico que dice: «Le dirás a tu hijo». A lo largo de la comida, los padres responden a las preguntas de los niños. 

La comida, al repetirse regularmente, da una dimensión espiritual a un acto realizado varias veces al día. Algunos rabinos dicen que desde el fin de los sacrificios y la destrucción del Templo de Jerusalén, la mesa se ha convertido en el altar y la casa en un templo.

El judaísmo enseña que el momento de comer es en realidad un momento muy importante, no sólo físicamente para nuestros cuerpos, sino también espiritualmente.

Para entender esto necesitamos acudir a una enseñanza de la Cábala.

La Cábala explica que, antes de que hubiera nada, sólo había la luz de Dios y cuando Dios quiso crear el mundo, Él creó diez recipientes, llamados sefirot, para recibir esa luz y que fuera usada en la creación del mundo.

Pero entonces ocurrió algo que cósmicamente fue trágico.

La luz de Dios era demasiado poderosa para quedar contenida en esos recipientes y ellos se rompieron en innumerables fragmentos, conocidos en la Cábala como “chispas sagradas”, y estas chispas sagradas quedaron incrustadas en todo el mundo que acababa de ser creado.

De acuerdo con la Cábala, nuestro trabajo esencial en este mundo es “elevar las chispas» efectuando buenas acciones y otros actos positivos, y de esta forma reparar esa ruptura que, literalmente, forma parte del mundo. De aquí proviene el conocido concepto judío de tikún olam, ‘reparar el mundo’.

La Cábala enseña que la comida que ingerimos tiene muchas de estas chispas sagradas y, por consiguiente, cada vez que comemos tenemos la oportunidad de elevar esas chispas y de esta forma participar en la reparación del mundo. Reparar el mundo al comer (Qué idea tan judía, ¿verdad?).

Esta idea es ilustrada a través de una de las primeras historias de toda la Torá: en el Jardín del Edén, Ada y Eva comieron del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal.

Tradicionalmente, se entiende que el pecado de Ada y Eva fue que ellos comieron lo que no tenían permitido comer.

Pero Rav Tzadok HaCohen (1823-1900), tenía una opinión diferente al respecto. Rav Tzadok enseñó que el problema no fue que comieron, sino cómo comieron.

Creía que el Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal ni siquiera era un árbol o una cosa. Más bien se trataba de una forma de comer. 

Y si este fue el pecado que causó que Ada y Eva fueran expulsados del Jardín del Edén, entonces tal como enseña la maestra Sarah Yehudit Schneider, “la reparación primordial de la civilización humana es aprender a comer en santidad”.

¿Qué significa comer en santidad? Comer de una forma que “eleva las chispas”

Esto implica lo siguiente:

  1. Dar gracias por el alimento que tenemos. Reconocer que simplemente el hecho de tener comida es un gran regalo. Dar gracias por nuestro alimento tiene el potencial de transformar de forma inmediata el acto de comer en algo más que solamente asegurar nuestra supervivencia física.
  2. Comer teniendo en mente la salud y el bienestar. Sin salud corporal no podemos lograr por completo lo que somos capaces de hacer en este mundo. Como escribió Maimónides, el famoso rabino, filósofo y médico del sigo XII en España: «La salud y el bienestar corporal son parte del camino hacia Dios, ya que es imposible entender o tener cualquier conocimiento sobre el Creador cuando uno está enfermo. Por lo tanto, uno debe evitar cualquier cosa que pueda dañar al cuerpo y debe cultivar hábitos saludables”. Cuando escogemos comer sano, estamos declarando que nuestra alimentación no es un fin en sí mismo sino un medio para ayudarnos a llegar a ser lo mejor que podemos ser.
  3. Cuando comemos, no estar involucrado con otras cosas (como teléfonos, libros o incluso conversaciones). Sí, comer es un acto social y compartir la comida con otros es tanto significativo como importante, pero no podemos olvidar darle atención a lo que debe ser el enfoque principal de cada comida: el alimento mismo. La ley judía incluso nos dice que no se debe hablar mientras comemos, no sólo para evitar que la persona se atragante, sino también para ayudarnos a crear esa experiencia de comer concemtrados en lo que hacemos.
  4. Finalmente, quienes quieren llevar el acto de comer a un nivel más profundo, pueden convertirlo intencionalmente en una forma de meditación. Esto es lo que hay que hacer: lo ideal es sentarse solo en un lugar silencioso, libre de distracciones. Antes de empezar a comer, observa la comida que tienes frente a ti y piensa en los diferentes ingredientes que fueron necesarios para preparar esa comida. Intenta imaginar las granjas de donde vinieron esos ingredientes. Imagina a las personas que fueron parte del proceso para llevar el alimento desde la granja hasta tu plato. Luego come el primer bocado. Deja tu tenedor o cuchara (esto es muy importante), cierra los ojos y mastica lentamente. Mastica la mayor cantidad de veces que puedas. Puedes contar mentalmente la cantidad de veces que masticas o incluso repasar por el alfabeto con cada mordida. Cuando la comida se haya ido completamente de tu boca, toma otro bocado y repite el proceso. Al terminar de masticar tu último bocado, mantén los ojos cerrados y piensa qué quieres hacer con la energía que esa comida te ha dado. ¿Qué bien quieres traer al mundo? ¿Cómo puedes usar esta energía del alimento para ayudar a otros y mejorar un poco el mundo?  El judaísmo busca infundir una conciencia espiritual al mundo físico. Esta es una de las razones por lo que la estrella judía, el símbolo principal del judaísmo, está compuesta de dos triángulos, uno apuntando hacia arriba y el otro apuntando hacia abajo; uno apunta hacia los cielos (lo espiritual) y el otro apunta hacia la tierra (lo físico). Cuando elegimos acercarnos al acto físico de comer e infundirle una atención espiritual, literalmente tenemos la habilidad de cambiar nuestras vidas e incluso al mundo entero.


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