La salvación
¿Cuántos se salvan?
La pregunta «¿Son pocos los que se salvan?» es un tema recurrente en el Evangelio.
La respuesta de Jesús no se centra en la cantidad, sino en la responsabilidad individual de esforzarse por entrar por la «puerta estrecha» de la salvación, que implica vivir una vida de amor y servicio.
Importa conocer el CAMINO
«Señor, ¿son pocos los que se salvan?» (13, 23). Jesús no responde directamente a la pregunta; no es importante saber cuántos se salvan, sino que es importante más bien saber cuál es el camino de la salvación.
Jesús responde diciendo: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán» (v. 24).
¿Qué quiere decir Jesús? ¿Cuál es la puerta por la que debemos entrar? Y, ¿por qué Jesús habla de una puerta estrecha?
Jesús nos dice que existe una puerta que nos hace entrar en la familia de Dios, en el calor de la casa de Dios, de la comunión con Él. Esta puerta es Jesús mismo (cf. Jn 10, 9). Él es la puerta.
Él es el paso hacia la salvación. Él conduce al Padre. Y la puerta, que es Jesús, nunca está cerrada, esta puerta nunca está cerrada, está abierta siempre y a todos, sin distinción, sin exclusiones, sin privilegios. Porque, Jesús no excluye a nadie ( a nadie, ni a negros, ni a blancos, ni moros, mi mestizos, a nadie).
Tal vez alguno de vosotros podrá decir: «Pero, seguramente yo estoy excluido, porque soy un gran pecador». ¡No, no estás excluido!
Jesús te está esperando para abrazarte, para perdonarte. No tengas miedo: Él te espera. ¡ Anímate !.
En la actualidad pasamos ante muchas puertas que invitan a entrar prometiendo una felicidad que luego nos damos cuenta de que dura sólo un instante….
¿Por qué puerta queremos entrar?
No tengamos miedo de cruzar la puerta de la fe en Jesús, de dejarle entrar cada vez más en nuestra vida.
La puerta de Jesús es una puerta estrecha, no por ser una sala de tortura. No, no es por eso. Sino porque nos pide abrir nuestro corazón a Él, reconocernos pecadores, necesitados de su salvación, de su perdón, de su amor, de tener la humildad de acoger su misericordia y dejarnos renovar por Él.
Por la puerta estrecha que es Cristo debe pasar toda nuestra vida.
A la Virgen María, (una puerta importante) la puerta del Cielo, pidamos que nos ayude a cruzar la puerta de la fe, a dejar que su Hijo transforme nuestra existencia como transformó la suya para traer a todos la alegría del Evangelio.