Las religiones y Dios

Todas las RELIGIONES llevan a DIOS


Las religiones son igualmente válidas para llegar a la salvación. Están todas complementarias a la revelación. Diga sí o no. ¿Todos los caminos conducen a Dios? ¿Es realmente posible poner al cristianismo y a todas las demás religiones al mismo nivel? 

Las palabras del Santo Padre fueron interpretadas por algunos como una apertura al pluralismo

Las vieron como una posible ruptura con la doctrina católica tradicional, según la cual Cristo es el único camino a la salvación.

¿Es realmente posible conciliar esta visión con la enseñanza eterna de la iglesia? ¿Y cómo se compara esta declaración con las posiciones de pontífices anteriores, como el Papa Benedicto XVI? 

Si todas las creencias fueran igualmente válidas, entonces la revelación cristiana perdería su necesidad y su carácter único. ¿Qué significado tendría entonces el sacrificio de Cristo en la cruz? ¿Y qué decir de la obra misionera de la Iglesia su llamada a llevar el Evangelio a todas las naciones? Mt. 28-19 .

¿No se trata de negar el diálogo entre religiones, sino de preguntar, ¿dialogo con qué fin?

Sabemos que el hombre siempre está abierto a Dios, siempre tiene la sed de Dios, y Dios siempre se hace presente. 

Joseph Ratzinger siempre ha defendido firmemente la unicidad de Cristo como camino de salvación, advirtiendo contra los riesgos del relativismo religioso. En el documento Dominus Iesus, escrito bajo su dirección cuando era prefecto de la congregación para la doctrina de la fe se dice claramente debemos creer firmemente en la verdad de la fe católica según la cual la única y universal economía salvadora de Jesucristo y de la iglesia es en sí misma el misterio divino de la salvación para todos los hombres.

A lo largo de los siglos la iglesia ha reafirmado el carácter único de Cristo como redentor universal. El concilio de Florencia afirmó claramente que nadie puede salvarse fuera de la iglesia, principio desarrollado más tarde de manera más matizada, pero nunca negado, por el concilio Vaticano II

Por último, quienes todavía no recibieron el Evangelio, se ordenan al Pueblo de Dios de diversas maneras [32]. En primer lugar, aquel pueblo que recibió los testamentos y las promesas y del que Cristo nació según la carne (cf. Rm 9,4-5). Por causa de los padres es un pueblo amadísimo en razón de la elección, pues Dios no se arrepiente de sus dones y de su vocación (cf. Rm 11, 28-29). Pero el designio de salvación abarca también a los que reconocen al Creador, entre los cuales están en primer lugar los musulmanes, que, confesando adherirse a la fe de Abraham, adoran con nosotros a un Dios único, misericordioso, que juzgará a los hombres en el día postrero. Ni el mismo Dios está lejos de otros que buscan en sombras e imágenes al Dios desconocido, puesto que todos reciben de El la vida, la inspiración y todas las cosas (cf. Hch 17,25-28), y el Salvador quiere que todos los hombres se salven (cf. 1 Tm 2,4). Pues quienes, ignorando sin culpa el Evangelio de Cristo y su Iglesia, buscan, no obstante, a Dios con un corazón sincero y se esfuerzan, bajo el influjo de la gracia, en cumplir con obras su voluntad, conocida mediante el juicio de la conciencia, pueden conseguir la salvación eterna [33]. Y la divina Providencia tampoco niega los auxilios necesarios para la salvación a quienes sin culpa no han llegado todavía a un conocimiento expreso de Dios y se esfuerzan en llevar una vida recta, no sin la gracia de Dios. Cuanto hay de bueno y verdadero entre ellos, la Iglesia lo juzga como una preparación del Evangelio [34] y otorgado por quien ilumina a todos los hombres para que al fin tengan la vida. Pero con mucha frecuencia los hombres, engañados por el Maligno, se envilecieron con sus fantasías y trocaron la verdad de Dios en mentira, sirviendo a la criatura más bien que al Creador (cf. Rm 1,21 y 25), o, viviendo y muriendo sin Dios en este mundo, se exponen a la desesperación extrema. Por lo cual la Iglesia, acordándose del mandato del Señor, que dijo: «Predicad el Evangelio a toda criatura» (Mc 16,15), procura con gran solicitud fomentar las misiones para promover la gloria de Dios y la salvación de todos éstos.  (Concilio Vaticano II. Lumen Gentium nº 16)


Ratzinger no niega que Dios pueda actuar también fuera de los límites visibles de la iglesia, pero afirma que toda salvación, sea como sea, viene siempre por Cristo. 

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