Resumen:
Nuestra parábola se desarrolla alrededor de tres personajes:
- el pastor,
- la oveja perdida
- y el resto del rebaño.
El pastor, es el protagonista y todo depende de él.
Una pregunta introduce la parábola: «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, …
:¿Es sabio abandonar a las noventa y nueve por una sola oveja?
La enseñanza que Jesús quiere darnos es más bien que no se puede dejar que ninguna oveja se pierda. Estamos todos avisados: la misericordia hacia los pecadores es el estilo con el cual obra Dios.
Dios no descarta a ninguna persona; Dios ama a todos, busca a todos: ¡uno por uno! Él no conoce la expresión «descartar a la gente», porque es todo amor y misericordia.
El pasaje ve por una parte a los pecadores que se acercan a Jesús para escucharlo y por otra a los doctores de la ley y los escribas que sospechaban y se alejan de Él; eran orgullosos, eran soberbios, se creían justos.
¿Y la Parábola del hijo pródigo?, que tiene como protagonista a un padre con sus dos hijos. Sorprende sobre todo la tolerancia ante la decisión del hijo más joven de irse de cada: habría podido oponerse, sabiendo que todavía es un inmaduro, peor en lugar de eso le permite irse, incluso previendo los posibles riesgos”.
Esto es lo que hace Dios con nosotros: nos deja libres, también para equivocarnos, porque creándonos nos ha dado el gran donde la libertad” pero “nos queda a nosotros hacer buen uso de ella”.
Pero este padre lo lleva siempre en el corazón; espera confiado su retorno. Un día lo ve aparecer desde la lejanía y se conmueve, va a su encuentro, lo abraza, lo besa”,
“¡Cuánta ternura!
La misma actitud tiene el padre respecto al hijo mayor, que siempre permaneció en casa y ahora está indignado y protesta porque no entiende y no comparte toda esa bondad hacia el hermano que se ha equivocado”.
El Padre sale también al encuentro de este hijo y le recuerda que ellos han estado siempre juntos, tienen todo en común, pero necesita acoger con alegría al hermano que finalmente ha regresado a casa.
Cuando uno se siente un pecador, se siente de verdad poca cosa es uno el que va al Padre, pero cuando uno se siente justo y piensa que siempre hace las cosas bien, también el Padre le busca porque es un pensamiento malo, es la soberbia, es del diablo. El Padre espera a aquellos que se reconocen pecadores y va a buscar a aquellos que se sienten justos. Este es nuestro Padre.
El corazón de Dios es como el de este padre. Él es el Padre misericordioso que en Jesús nos ama más allá de toda medida, espera siempre nuestra conversión cada vez que nos equivocamos, espera a nuestro regreso cada vez que nos alejamos de Él; está siempre dispuesto a abrir sus brazos a cualquier cosa que suceda”.
Domingo XXIV Ex. 32,7-11-13-14 Sal. 50 1 Tim. 1,12-17 Lc. 15,1-32
Nuestra parábola se desarrolla alrededor de tres personajes:
- el pastor,
- la oveja perdida
- y el resto del rebaño.
El pastor, por lo tanto, es el único auténtico protagonista y todo depende de él.
Una pregunta introduce la parábola: «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, …
:¿es sabio abandonar a las noventa y nueve por una sola oveja?
La enseñanza que Jesús quiere darnos es más bien que no se puede dejar que ninguna oveja se pierda.
Estamos todos avisados: la misericordia hacia los pecadores es el estilo con el cual obra Dios.
Dios no descarta a ninguna persona; Dios ama a todos, busca a todos: ¡uno por uno! Él no conoce la expresión «descartar a la gente», porque es todo amor y misericordia.
La parábola es contada por Jesús para hacer comprender que su cercanía a los pecadores no debe escandalizar, sino al contrario, provocar en todos una serie reflexión sobre cómo vivimos nuestra fe. El pasaje ve por una parte a los pecadores que se acercan a Jesús para escucharlo y por otra a los doctores de la ley y los escribas que sospechaban y se alejan de Él; eran orgullosos, eran soberbios, se creían justos.
Y la parábola, que tiene como protagonista a un padre con sus dos hijos. Sorprende sobre todo la tolerancia ante la decisión del hijo más joven de irse de cada: habría podido oponerse, sabiendo que todavía es un inmaduro, peor en lugar de eso le permite irse, incluso previendo los posibles riesgos”.
Esto es lo que hace Dios con nosotros: nos deja libres, también para equivocarnos, porque creándonos nos ha dado el gran donde la libertad” pero “nos queda a nosotros hacer buen uso de ella”.
Pero este padre lo lleva siempre en el corazón; espera confiado su retorno. Un día lo ve aparecer desde la lejanía y se conmueve, va a su encuentro, lo abraza, lo besa”,
“¡Cuánta ternura!
La misma actitud tiene el padre respecto al hijo mayor, que siempre permaneció en casa y ahora está indignado y protesta porque no entiende y no comparte toda esa bondad hacia el hermano que se ha equivocado”.
El Padre sale también al encuentro de este hijo y le recuerda que ellos han estado siempre juntos, tienen todo en común, pero necesita acoger con alegría al hermano que finalmente ha regresado a casa.
Cuando uno se siente un pecador, se siente de verdad poca cosa o ‘sucio’ es uno el que va al Padre, pero cuando uno se siente justo y piensa que siempre hace las cosas bien, también el Padre le busca porque es un pensamiento malo, es la soberbia, es del diablo. El Padre espera a aquellos que se reconocen pecadores y va a buscar a aquellos que se sienten justos. Este es nuestro Padre.
El corazón de Dios es como el de este padre. Él es el Padre misericordioso que en Jesús nos ama más allá de toda medida, espera siempre nuestra conversión cada vez que nos equivocamos, espera a nuestro regreso cada vez que nos alejamos de Él; está siempre dispuesto a abrir sus brazos a cualquier cosa que suceda”.

