Rusa y Ucraniana llevan la Cruz en el Vía Crucis. Coliseum

Irina, una enfermera ucraniana en Roma, y Albina, una estudiante rusa de enfermería en la misma universidad romana, con sus familias, lleven juntas la Cruz en la XIII estación del Vía Crucis en el Coliseo.

Albina que lleva en Italia desde hace años, considera que estamos ante una tragedia que afecta a ambos pueblos. Estoy segura que ni el pueblo ruso ni el ucraniano quieren esta guerra». Y añade: «Son dos países hermanos y creo que en un futuro muy corto la amistad y el amor entre estos dos pueblos se demostrará más de una vez”.

Irina, enfermera ucraniana, explica que Albina vino a verla al empezar la guerra. «Albina vino a la sala donde yo estaba de turno. Nos bastó con vernos: nuestros ojos se llenaron de lágrimas. Siempre me emociono cuando recuerdo que Albina empezó a disculparse conmigo. En ese momento estaba realmente inconsolable. No lograba consolarla. Se sentía culpable y me pedía disculpas. Le aseguré que ella no tiene nada que ver con eso”.

Vía Crucis. Coliseum romano. 15-4-22

El embajador ucraniano ante la Santa Sede, Andrii Yurash, expresó hoy su satisfacción al secretario de Estado vaticano, Pietro Parolin, por el cambio que se hizo en el Vía Crucis de este viernes en el Coliseo y aunque se mantuvo que la cruz fuese llevada por una mujer de Ucrania y otra de Rusia se decidió eliminar la meditación preparada y pedir solo que se rezase en silencio por la paz. El embajador y la comunidad ucraniana había manifestado su malestar por la decisión de que en la XIII Estación del Vía Crucis, la cruz fuese llevada por Irina, una enfermera ucraniana, y Albina, estudiante rusa, ambas amigas porque trabajan en el Campus Bio-Médico de Roma y que han visto cómo sus vidas cambiaban el 24 de febrero pasado, cuando Rusia decidió invadir Ucrania y sumirla en un devastador conflicto.

XIII Estación Via Crucis. Irina y Albina llevan la Cruz en esta estación

El Vaticano cambió la meditación que debía leerse en este momento y que se refería a las penalidades de la guerra y que había sido divulgada previamente por el Vaticano, y se optó por sustituirla por una oración.

«Ante la muerte, el silencio es la más elocuente de las palabras. Permanezcamos por lo tanto en un silencio orante y que cada uno, en su corazón, rece por la paz en el mundo», instó uno de los oradores del Vía Crucis a los fieles.

TEXTO de la XIII estación que se leyó en el Coliseo

Jesús muere en la cruz

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R/. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

A las tres de la tarde, Jesús gritó con fuerza: «¡Eloí, Eloí!, ¿lemá sabajtaní?», que significa: «¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?». Uno de ellos fue corriendo a empapar una esponja en vinagre y, sujetándola en una caña, le daba de beber diciendo: «¡Déjenlo! A ver si viene Elías a descolgarlo». Entonces Jesús, lanzando un fuerte grito, expiró. (Mc 15,34.36-37)

Meditación

La muerte está en torno y la vida parece perder valor. Todo cambia en pocos segundos. La existencia, los días, la despreocupación de la nieve en invierno, ir a buscar a los niños a la escuela, el trabajo, los abrazos, las amistades, todo. Todo pierde improvisamente valor.

Señor, ¿dónde estás? ¿Dónde te escondiste? Queremos la vida de antes. ¿Por qué todo esto? ¿Qué culpa cometimos? ¿Por qué nos has abandonado? ¿Por qué has abandonado a nuestros pueblos? ¿Por qué has dividido de este modo a nuestras familias? ¿Por qué ya no tenemos ganas de soñar ni de vivir? ¿Por qué nuestras tierras se han vuelto tenebrosas como el Gólgota? Se nos acabaron las lágrimas. La rabia ha cedido a la resignación. Sabemos que Tú nos amas, Señor, pero no percibimos este amor, lo que nos hace enloquecer.

Nos despertamos en la mañana y por algunos segundos somos felices, pero luego nos acordamos inmediatamente de que será difícil reconciliarnos. Señor, ¿dónde estás? Háblanos desde el silencio de la muerte y de la división, y enséñanos a reconciliarnos, a ser hermanos y hermanas, a reconstruir lo que las bombas habrían querido aniquilar.

Señor Jesús, que nos amaste hasta el fin.
R/. Dona nobis pacem.

Tú que muriendo destruiste la muerte.
R/. Dona nobis pacem.

Tú que exhalando el último respiro nos has dado la vida.
R/. Dona nobis pacem.

Todos: Pater noster…

Señor Jesús, que de tu costado traspasado hiciste brotar la reconciliación para todos, te suplicamos que concedas a las familias destruidas por lágrimas y sangre
creer en la fuerza del perdón y a todos nosotros construir paz y concordia. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R/. Amén.

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