Jesús Rodríguez
Jesús Rodríguez, fundador de Apprece
El 28 de enero de 1994, era enterrado el cadáver de Jesús Rodríguez en el cementerio de Valladolid. Antes se había celebrado la Eucaristía en la Iglesia de San Lorenzo, de la que era párroco. El templo estuvo abarrotado de amigos y feligreses.
El enterramiento fue un acto familiar e íntimo. Antonio González Fraile presidió el acto y lo cerró Juan Novo López.
Como dice San Juan de la Cruz, “al caer de la tarde seremos examinados sobre el amor”. Es lo que quedará entonces, lo único consistente que podremos llevarnos a la otra vida, el verdadero tesoro, la mejor inversión. Por eso dice San Agustín: “El amor es mi peso”. Si no tengo caridad no soy nada (1 Cor. 13,2). Ese tesoro lo llevó consigo Jesús, a la otra vida, el Cielo.

Agradecimiento
La existencia de la clase de religión en la escuela, existe hoy, en gran parte gracias a Jesús Rodríguez. Por eso la Iglesia y la sociedad española agradece la labor de esta persona. Porque sin la actuación personal de Jesús y de la Asociación por el fundada, con importantes recursos jurídicos ganados, la asignatura de Religión en la Escuela probablemente habría desaparecido y lo mismo habría sucedido con sus profesores.
Jesús Rodríguez, un hombre bueno
Jesús Rodríguez, para quienes hemos tenido la satisfacción de conocerle y tratarle (aunque sólo haya sido en los encuentros anuales de las Asambleas), supone sentir la cercanía de un amigo leal, que siempre escuchaba, orientaba y resolvía o intentaba resolver los problemas que nos planteaban el ejercicio -no fácil en muchas ocasiones- de nuestra misión docente.
Jesús Rodríguez tuvo la habilidad de motivar a un grupo reducido de compañeros, para que le ayudaran en la tarea difícil de dignificar una misión, no suficientemente reconocida en ámbitos civiles y, a veces, eclesiásticos: la docencia de la religión en la Escuela.
Jesús Rodríguez fue ordenado sacerdote el 16 de julio de 1950. Licenciado en Teología por la Universidad de Comillas, y en el campo civil, Diplomado en Francés por la Escuela Central de Idiomas de Madrid. Mereció por oposición las Cátedras de Francés y de Religión en el Seminario Metropolitano de Valladolid. Desde 1953, fue profesor Numerario de Religión en el Instituto Nacional de Enseñanza Media “Zorrilla” de Valladolid, donde desempeñó varios años el cargo de Secretario. Treinta y siete años ininterrumpidos de docencia de la materia de Religión en el Instituto “Zorrilla” de Valladolid, muchos de ellos simultaneados con su trabajo de profesor de Francés en el colegio Seminario, muestran su labor docente.
Aprovechó todos los medios que se le ofrecían para su perfeccionamiento intelectual y pedagógico.
Después de dejar el Instituto por jubilación, su Arzobispo de Valladolid, D. José Delicado Baeza le encargó la parroquia de San Lorenzo y la dirección del Colegio Diocesano, cargo que desempeñó desde el 23 de setiembre de 1990 hasta su muerte.
Jesús Rodríguez era un organizador nato; no dejaba ni un solo cabo suelto, preveía las dificultades, alertaba ante los peligros, lo anotaba todo, quedaba el último para ordenar la sala, colocar las sillas.
Fue un gran educador de jóvenes. Son muchos los alumnos que al cabo de los años siguieron mantenido la amistad y pidiendo consejo a Jesús. Al Profesor que no marca huella, los alumnos tratan de olvidarlo. En caso contrario, es decir, si mantienen el recuerdo e incluso la relación de amistad, es señal de que el Profesor ha dejado huella en el alma del alumno.
Eficacia de una decisión
En 1974 fue el inspirador y fundador de la Asociación Profesional de Profesores de Religión en Centros Estatales, de la que fue elegido democráticamente primer Presidente Nacional y reelegido cada tres años hasta su jubilación.
Fue nombrado en 1977 Asesor de la Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis. Su labor ha sido paciente, sin rendirse jamás ante las dificultades surgidas desde la ignorancia y la incomprensión.
Tuvo numerosos contactos con Ministros, Directores Generales, Directores Provinciales, Inspectores, etc. Y lo hacía con un estilo sencillo, respetuoso y amable. Lo cual no le impidió decir la verdad y buscar soluciones mediante todo los medios incluidos los Recursos Contenciosos-Administrativos, y así defender los derechos de sus compañeros docentes de Religión. Fue gracias a su perseverancia y eficacia el que hoy día la asignatura y su profesorado haya ido poco a poco consiguiendo un mayor reconocimiento y estabilidad. Mucho se debe al “buen hacer” de Jesús. Era tenaz en las pautas a seguir levantando los ánimos a todos. Fue un hombre de oración, un hombre de Dios. Pedía siempre la unión, en las reuniones, asambleas, conversaciones, cartas, llamadas telefónicas, circulares; en los momentos difíciles, repetía: “Tenemos que estar unidos; la unión hace la fuerza”. En situaciones difíciles, o en los momentos álgidos de las asambleas, sus intervenciones serenas y hábiles lograban aplacar los ánimos y retomar el rumbo correcto.

Fundación de la Asociación
Han pasado ya muchos años desde aquel 18 de junio de 1974, en que un reducido grupo de profesores de Religión se reunían en Madrid con Jesús a la cabeza, para tratar de fundar una Asociación. Ignacio Faci García, Juan Novo López y Jesús Rodríguez, firmaron la solicitud de aprobación de la Asociación y se aprobaban sus Estatutos. Se había firmado, al menos por dos veces el Acta Fundacional, para extremar las cautelas y conseguir la aprobación que se solicitaría al Gobierno. Este negó el reconocimiento, porque ya había una Asociación de Funcionarios, Al mismo tiempo discriminaba económica y académicamente a los profesores de Religión, porque no eran funcionarios. A pesar de la negativa gubernamental, la Asociación empezó a funcionar como tal. En la primera etapa de actividad, antes de conseguir el reconocimiento del Gobierno, Jesús Rodríguez optó por comunicar a la Administración las futuras reuniones. A las primeras reuniones asistía una pareja de policías, que después de un tiempo en la reunión, se retiraban.
El 27 de setiembre de 1977, sería reconocida oficialmente por la Administración del Estado.
Gracias a esta Asociación se fueron consiguiendo los objetivos, por otra parte, justos, en la línea de mantener la dignidad de la asignatura de Religión y la situación de su profesorado. El camino se empezó en aquel momento y el recorrido se ha ido siguiendo contra vientos y mareas adversos.
Fue la unión que siempre pedía Jesús Rodríguez, la que hizo posible la Asociación, la que logró ganar varios recursos y así levantar del “polvo” a un colectivo de profesores que estaban en condiciones laborales totalmente injustas.
Los años y las circunstancias en que se puso en marcha la Asociación de Profesores de Religión en Centros Estatales fueron tormentosos. Cualquier proyecto, actuación o gestión, solían ser interpretados contradictoriamente desde la ignorancia y una perspectiva ideológica y también con recelos por parte de la Iglesia. El Presidente de la Comisión Episcopal de Enseñanza, Mons. José López Ortiz, figura destacada por su labor intelectual, acertó a deslindar la legítima pretensión de los profesores de Religión a asociarse y a un mismo tiempo, compatibilizar las obligaciones derivadas de su vinculación a la Administración con las ineludibles exigencias canónicas para los asociados (la mayoría sacerdotes).
José López Ortiz, O.S.A., (San Lorenzo de El Escorial, provincia de Madrid, 10 de julio de 1898-Madrid, 4 de marzo de 1992). Fue obispo de Tui – Vito(1944-1969), y posteriormente arzobispo castrense (1969-1977).
El Episcopado Español encontró en Fray José un buen valedor en los planteamientos educativos.
La preparación del “Libro Blanco. La Educacion en España para una política educativa” publicado en febrero de 1969 fue todo un acontecimiento. Cuando se publica el “Libro Blanco”, Fray José López Ortiz ya está en Madrid, como Arzobispo castrense.
N. B. Es significativo que la figura de Fray José López Ortiz, su labor y posición en la Iglesia, no se mencione en el voluminoso libro “Cien años de la Educación en España” Madrid, 2001. Salvo la foto conjunto, el 27-12- 2000, con los ministros sobrevivientes. Parece que los “Cien años” se acaban con la II República.
José López Ortiz percibió que ese paso (referencia a la Asociación) consolidaría la figura del profesor, fortaleciendo el principio que la política venía erosionando y que había sido suscrito en el Acuerdo entre el Estado Español y la Santa Sede al configurar la clase de Religión Católica y su Moral como fundamental. La dignificación del profesor, también, en su aspecto legal administrativo, era cauce ineludible para fortalecer la clase de Religión en los centros públicos.
La otra parte, igualmente necesaria y esencial, la puso Jesús Rodríguez quien con su tenacidad y constancia, siendo fiel a la Jerarquía de la Iglesia, logró unidad y comprensión en la aceptación de sus los objetivos, convenciendo a la Jerarquía y otros grupos eclesiales, que la Asociación no buscaba ni podía ser juzgada, como lo hacían muchos, como una estrategia para conseguir en beneficio de los profesores una situación rentable y privilegiada. Día tras día, en los años de la transición política desde 1975 a 1980, entrevistas, reuniones, encuentros con la Administración educativa, negociaciones con la Comisión Episcopal de Enseñanza y los organismos de la Conferencia, hicieron posible el logro perseguido.
El documento “La Enseñanza Religiosa Escolar” de la Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis, de 11 de junio de 1979, indica con claridad que la condición de docente y la de propuesto, son compatibles en el profesor de Religión Confesional.
En aquellos tiempos, la creación de una Asociación y su actuación suponía un permanente ejercicio de audacia. Era objeto de recelo; una Asociación de profesores (la práctica mayoría sacerdotes) despertaba muchas sospechas, tanto en la Administración civil como en muchos sectores de la misma Iglesia. Junto al apoyo y orientación de Mons. José López Ortiz, Presidente de la Comisión Episcopal de Enseñanza, hay que reconocer, asimismo, la ayuda que la Asociación encontró en Germán Alonso, Secretario de los Obispos de Galicia y ex-secretario de la Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis.

José López Ortiz nació en San Lorenzo de El Escorial (Madrid) el 10 de julio de 1898.
¿Quién fue José López Ortiz?
Fue una figura destacada por su labor intelectual, especialmente en el ámbito de la historia del derecho. En 1934 obtuvo la cátedra de esta disciplina en la Universidad de Santiago de Compostela. En 1942 se trasladó a la misma cátedra en la Universidad Central de Madrid. Ocupó diversos cargos en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas como director de la revista Arbor, y, más tarde, como vicepresidente del CSIC.
A partir de 1944, con su nombramiento como obispo de Tuy -Vigo, ocupa también un lugar de relieve en la Iglesia en España. Participó en el Concilio Vaticano II y desempeñó tareas de responsabilidad en la Conferencia Episcopal, como la presidencia de la Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis. En 1969 fue nombrado arzobispo titular de grado y vicario general castrense, que ocupó hasta su renuncia, en 1977.
Ha publicado numerosos estudios sobre la historia del derecho. En enero de 1992 se editó un amplio relato sobre su relación con monseñor Escrivá de Balaguer, que fue presentado en su momento como complemento a su declaración en la causa de beatificación del fundador del Opus Dei. Entre sus publicaciones más conocidas se cuenta su estudio sobre derecho musulmán (1932) y La responsabilidad de los universitarios (1956). Era académico de número de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación y miembro del Instituto de España.
La sentencia de 1978
El Tribunal Supremo dictó la famosa sentencia en 1978. Pasado un tiempo y sin cumplirse la sentencia, se propone la renuncia de la mayoría de los atrasos que correspondían por derecho. A cambio, Gobierno y Jerarquía de la Iglesia firmarían inmediatamente el compromiso: los recurrentes recibirían unos meses de atrasos y se normalizaría al año siguiente la situación del resto de profesores de Religión, si necesidad de más recursos. Jesús Rodriguez, uno de los recurrentes era partidario de aceptar la propuesta y de que el Gobierno y la Jerarquía Católica firmasen el compromiso cuanto antes.