Sobre el ADN

Poder vs Autoridad

A veces confundimos y nos parece que es lo mismo poder y autoridad. No es así. Poder tiene la persona porque así se lo ha conferido quien puede hacerlo. Un obispo en su diócesis tiene poder-potestas, porque ha sido instituido en tal cargo por quien puede hacerlo, Roma (el Papa). Lo mismo se puede decir de un superior, de un cargo político, eclesiástico, cultural, etc.

Caminando en sinodalidad

Ahora bien, que se tenga poder no significa que se posea autoridad. Autoridad (que viene de autor) tiene quien hace bien en la vida, en una comunidad; autoridad es quien por su bondad, por sus sanos criterios, por su competencia, por su bien estar en la vida, hace bien.

No todo el que tiene poder, tiene autoridad. Estamos cansados de ver y padecer personas con poder político, económico, eclesiástico que no tienen la más mínima autoridad sobre el pueblo, sobre su diócesis.

Jesús no tuvo poder. Nunca se le vio en los ámbitos de poder y, cuando se le vio, fue para volcar las mesas y las “cuentas corrientes·” del Templo ( la banca, el comercio). Sin embargo Jesús tenía autoridad: no enseñaba como los escribas, sino con autoridad. Es decir, Jesús no era como los papanatas, los palmeros del partido o de la corriente eclesiástica de turno, sino que Jesús tenía un modo de enseñar nuevo: Este enseñar con autoridad es nuevo.

Probablemente el poder es un sedante de la falta de afecto y amor en la vida. El poder y despotismo es un “autoerotismo”: la “erótica del poder”! ¡Cuántos problemas internos se han “mal solucionado” con una dosis de poder, con un cargo, una presidencia, etc.!

Cuidado con el poder religioso, es muy sutil y ladino: hurga, trata de controlar y dominar la conciencia y la libertad humana.

Jesús tenía autoridad y por eso no imponía, sino que sanaba, curaba, amaba. El modo nuevo de enseñar con autoridad de Jesús, era la misericordia y el amor. Jesús, -como Dios Padre-, perdona y así infunde respeto, (Salmo 129, 4). Jesús no fue a trompetazos ni baculazos por la vida, sino que fue sanando, expulsando “espíritus inmundos”. Los príncipes de la tierra tiranizan y oprimen a los suyos: que no sea así entre vosotros, (Mt 20,25).  ¡Qué mal suena y qué poco evangélico es que a los cardenales les denominen príncipes de la iglesia! ¡Qué poco evangélica es la actitud de aquellos que viven con el poder como bandera de una actuación concreta!

Jesús lo que hace no es predicar la condenación, el infierno, sino que libera a aquel hombre, como a tantos otros, de tantos espíritus interiores. Jesús nos libera: cállate y sal de él. Jesús se enfrenta al mal, no condenando al pecador, sino liberándonos del mal.


El olvido del verdadero ADN del cristianismo

Se han interpuesto en la historia del cristianismo muchos componentes que no se corresponden con lo que predicó Jesucristo. Se privilegió la anulación de la conciencia, se puso por encima la ortodoxia, la obediencia, frente a la ortopraxis. La Iglesia insiste en defender tradiciones válidas sin duda en otro tiempo, pero hoy desfasadas. La tradición siempre esté en camino. Los cambios también deben llegar a la iglesia…porque “habéis oido que se dijo… pero yo os digo,..”, decía el Maestro. Se pide hoy que los cristianos vean a su Iglesia como de hoy y para hoy. La liturgia, tiene que presentarse de forma que sea entendida por la comunidad, por el pueblo de Dios y no de una manera que el pueblo no entiende y en la que no se le permite participar.  Que la sociedad perciba en los cristianos -como en los inicios del cristianismo- cómo se aman, cómo celebran participativamente con y como hermanos, sin exclusiones y en igualdad.

JM COVIELLA


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